
Por: Hugo Supo
Escucho el “corazoncito” de los expirados Néctar, mientras regreso a mi ordenador a escribir. Noto que el empolvado teclado me ha extrañado. Nadie se ha atrevido a ponerle las manos encima. Estoy decidido a saciar mi fogosidad literaria.
Es cuestión de minutos, en un momento quedaremos exhaustos. El teclado de mi procesadora y mis dedos han iniciado un romance de adolescentes. Definitivamente, yo también he extrañado los garabateos digitales que sin mucha frecuencia hago.
Todo está dispuesto. La luz y la sombra; el silencio del sábado; la fría noche, y hasta la música de la excluida tecknocumbia de Yoni Orozco, han acordado dejarme escribir.
Estoy listo. Ajusto el teclado. Acomodo mi desarreglado cabello. Y me propongo liberar mis palabras. Empero, no puedo, y es que olvidé algo, o más bien debiera decir, que ella me abandonó, no la encuentro, me paro otra vez, me siento, y no puedo encontrarla. Se me ha perdido.
No recuerdo haber peleado con ella, no me lo explico, quizás fue por que la dejé abandonada. A veces suelo ser tan ingrato. Me lo merezco. Sin embargo, la necesito, la vuelvo a buscar, y ella no responde.
¿Dónde estás?. ¿Por dónde te busco?. Ansío nuestro reencuentro. Prometo no dejarte otra vez, no te descuidaré. Aquí me vez humillado ante ti. Regresa inspiración.
Escucho el “corazoncito” de los expirados Néctar, mientras regreso a mi ordenador a escribir. Noto que el empolvado teclado me ha extrañado. Nadie se ha atrevido a ponerle las manos encima. Estoy decidido a saciar mi fogosidad literaria.
Es cuestión de minutos, en un momento quedaremos exhaustos. El teclado de mi procesadora y mis dedos han iniciado un romance de adolescentes. Definitivamente, yo también he extrañado los garabateos digitales que sin mucha frecuencia hago.
Todo está dispuesto. La luz y la sombra; el silencio del sábado; la fría noche, y hasta la música de la excluida tecknocumbia de Yoni Orozco, han acordado dejarme escribir.
Estoy listo. Ajusto el teclado. Acomodo mi desarreglado cabello. Y me propongo liberar mis palabras. Empero, no puedo, y es que olvidé algo, o más bien debiera decir, que ella me abandonó, no la encuentro, me paro otra vez, me siento, y no puedo encontrarla. Se me ha perdido.
No recuerdo haber peleado con ella, no me lo explico, quizás fue por que la dejé abandonada. A veces suelo ser tan ingrato. Me lo merezco. Sin embargo, la necesito, la vuelvo a buscar, y ella no responde.
¿Dónde estás?. ¿Por dónde te busco?. Ansío nuestro reencuentro. Prometo no dejarte otra vez, no te descuidaré. Aquí me vez humillado ante ti. Regresa inspiración.