Por: Hugo Supo
La élite política enfrascada en la
Capital de la República, sea de izquierdas o derechas, atraviesa su
peor crisis de los últimos años con el megacaso de corrupción que
lideró la brasileña Odebrecht.
No es cosa de todos los días tener a
expresidentes encarcelados, prófugos y absolutamente todos los jefes
políticos bajo sospecha, incluyendo al actual Presidente de la
República.
Pero el momento histórico no está
siendo asumido en tal dimensión por esa misma élite limeñizada.
La mayor parte está dedicada a acusar al otro bando, como si el
pecado del otro terminara por santificar a uno.
Y entonces, los peruanos asistimos a un
escenario de mutuas acusaciones y victimizaciones, donde poco importa
la lucha anticorrupción, sino hacer quedar mal al rival para ganar
réditos con miras a las próximas elecciones.
No hay que hacerse ilusiones con los
cuentos de lucha anticorrupción de fujimoristas, ppkausas,
verolovers, moralinos y demás yerbas del campo.
Lo único que hacen evidente es un
atroz show de lucha de intereses por grupos de poder, lo que irá en
perjuicio de los de siempre: los más pobres.
Siendo tan trascendental este momento,
es increíble que el Presidente Kuczynski y sus allegados peguen el
grito al cielo porque una comisión congresal les hace una cita para
investigar la ligazón de los actuales gobernantes con Odebrecht.
Como es increíble también que la
mayoría fujimorista se muestre puritana preteniendo olvidar su
corrupto pasado con su actual rol fiscalizador.
Keiko Fujimori debería ser la primera
en ponerse a derecho para predicar con el ejemplo.
El país no necesita de
victimizaciones, requiere de políticos (empezando por el Presidente)
que afronten con coherencia y decencia el camino a la luz.
Pero al estar ensombrecidos con la
sospecha de haber recibido dinero sucio, poco es lo que podemos
esperar de ellos. Quizás haya llegado el momento de su jubilación.
(Correo Puno Juliaca 07/11/17 Foto: Difusión)