Por: Hugo Supo
Desapercibido pasó el 16 de diciembre
de 2018, fecha que debería figurar en la historia oficial de los
pueblos altiplánicos (en 1923 fue la sublevación de Wancho Lima),
pero este punto de la historia ha sido olvidado sistemáticamente por
casi todos los sectores de la sociedad.
Pequeños grupos de literatos,
ciudadanos enterados de la historia puneña, familiares de los
mártires o vecinos de las comunidades aimaras de Huancané son los
únicos que rememoran esta sublevación, intentando insertarla en el
imaginario social de las nuevas generaciones. Es una pena, pero
también es una realidad.
Poca gente conoce que allí en Wancho
se había fundado la capital de una utópica República Aimara
Tahuantinsuyana, cuyo presidente fue Carlos Condori, un indígena del
ayllu Taurauta que decidió ser heredero histórico del antiguo
guerrero Inti Condorena.
Se dice que el delegado indio viajó
hasta Lima para entrevistarse con el entonces presidente Leguia,
denunció ante él los abusos de los mistis y pidió autorización
para edificar una sociedad indígena con escuelas, mercados y
ciudades propias.
En suma, Condorena había pedido la
oportunidad de conquistar ciudadanía en tierras que no les eran
ajenas, en sus ayllus, con esfuerzo y sueños propios.
Aparentemente,
un populista Leguia (que se hacia llamar Wiracocha) dejó volar las
ilusiones indigenistas a sabiendas que la respuesta de los hacendados
iba a ser mortal para quien se atreviera a alterar el statuquo.
La venganza de las castas empoderadas
ha sido cruel contra Condorena y los otros sublevados. Hubo matanza,
saqueos, violaciones, persecución, cárcel y olvido hasta hoy.
Por eso debemos mantener viva la
esperanza para que el gran mensaje histórico de Wancho Lima brote en
las nuevas generaciones: necesitamos una patria para todos, una que
no olvide a sus hijos, que nos hermane, nos integre ahora y con
nuestro gran pasado. (Publicado en Correo Puno Juliaca 20/12/18 Foto:
Difusión)