domingo, mayo 12, 2013

El núcleo de la sociedad


Por: Hugo Supo 

La historia es la mejor muestra para saber que las relaciones humanas son dinámicas y cambian. Hoy por ejemplo, la familia ya no es la misma de antes: su concepto, tareas y composición han variado.
Hace algún tiempo hemos tenido una sociedad cuya base eran las “familias ayllu”, las que se asemejaban más a lo que hoy conocemos como comunidad (de allí que en las zonas rurales todavía el trato es de hermanos entre adultos o de tío-tía cuando un niño-joven se refiere a su mayor).
A finales del siglo XX tuvimos las familias de relación sanguínea, es decir con el convencional concepto de papá, mamá e hijos (donde los abuelos y tíos pasan a tener una relación menos importante).
Y en estos tiempos existen una variedad de conformaciones grupales que también son familia. Hablamos de relaciones homosexuales, segundos matrimonios (tanto los que conservan sus primeras relaciones o los que integran sus primeras familias con la segunda), convivencias sin matrimonio y las familias monoparentales, estas últimas son mucho más frecuentes hoy.
Son las familias monoparentales las que están encajando en nuestra realidad, aunque la mediocridad ha hecho que adquieran connotaciones peyorativas, siendo calificadas como “familias incompletas”, “familias rotas” y/o “familias sin padre” (porque en la mayoría de los casos “el jefe de familia” es la mujer).
Es este tipo de familia que ajusta también en mayor medida a las mujeres de nuestros días, según reciente investigación de Arellano Marketing sobre el “Estilo de Vida de la Nueva Mujer Peruana”, un 55% de las damas se ubican dentro de las llamadas “modernas” (sale del hogar para conseguir autorrealización, deja de depender económicamente del varón y adquiere un rol más activo en el grupo familiar) y el restante 45% opta por ser “conservadora” (prefiere garantizar la seguridad familiar, no arriesgar por lo propio y dar todo por la unidad biparental).
En cualquiera de los casos, la verdad es que la mujer ha tenido harto que ver con los cambios de conceptualización familiar, ha ocurrido principalmente desde el nuevo rol que tomó en la sociedad, ya que su ingreso al trabajo fuera de casa ha provocado que su papel inicial tenga otro matiz.
Quiere decir que el protagonismo de la mujer sigue siendo trascendental en el desarrollo social. Históricamente, pero hoy más, al estar el hijo-hija más cerca de las madres que de los padres, es indubitable tener conciencia de la prioridad de esa primera educación-relación para el futuro de la sociedad.
Cierto, sería bueno conservar el equilibro de la familia biparental, pero la existencia de los grupos monoparentales parece ser un destino difícil de cambiar a esta altura de la historia, considerando que la tecnología y las revoluciones sociales son irreversibles.
Hoy más que antes, el rol educador de la mujer debe ser primordial; requerimos no solamente madres consentidoras que llenen de caricias y preparen la comida; también las queremos firmes, emanando disciplina e inspiración para los hijos.
No las necesitamos derrotadas, descuidadas y echadas al abandono, las requerimos leyendo un libro, haciendo deporte y también hablando de política. ¿Por qué no?
¿Nos quejamos de la delincuencia?, ¿de la televisión basura?, ¿de la corrupción?, ¿de los grandes problemas sociales? Las mujeres deben estar conscientes de lo fundamental que son para el mundo las decisiones que toman para con sus hijos, esas decisiones de apariencia insignificante, como el elegir el canal de televisión o el cumplimiento de los horarios de estudio para los niños; allí empieza la educación.
La familia ha cambiado y lo seguirá haciendo, lo que no cambia es que es perenne como el núcleo fundamental de la sociedad; ergo, es el reflejo de la sociedad. Un gran reto para las madres de hoy. (Publicado en Correo Puno 13/05/13)

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