Por: Hugo Supo
El británico George Orwell editó en
1945 una novela satírica titulada Rebelión en la Granja que, a modo
de resumen, representó muy bien el proceso de la revolución
comunista en Rusia y su posterior fracaso como consecuencia de la
concentración del poder absoluto en una minoría.
Orwell cuenta cómo un grupo de
animales expulsa a los humanos de la granja y crea un sistema de
gobierno propio que acaba convirtiéndose en una tiranía brutal.
La obra queda como un buen análisis de
la corrupción que puede surgir tras toda adquisición de poder, en
cualquier nivel. Muy recomendable para entender a los políticos de
todas las clases y formas, incluso de aquellas que dicen luchar
contra lo que después mutan, una especie de cerdos y perros de la
novela de Orwell.
El manejo corrupto de un Estado -como
ha quedado demostrado suficientemente durante el gobierno de
Fujimori&Montesinos- solo es posible cuando las instituciones que
le dan sostén al sistema democrático están debilitadas.
Con un Congreso venido a menos en
cuanto a aceptación ciudadana, un Poder Judicial corrupto e
ineficiente, sin partidos políticos y una burocracia estatal lerda y
sin rumbo, el Perú representa pues para Ollanta Humala y familia una
chacra por terminar de conquistar. Está claro.
A Humala acaba de traicionarle el
subconsciente en Pasco, por eso catalogó a su gestión como un
“gobierno familiar”, lo que en principio confirma, no solamente
el tremendo peso de la superministra, Nadine Heredia, sino de todo el
clan Humala- Heredia.
Si las cosas siguen así, es solo
cuestión de tiempo para ver libre a Antauro, un re-acercamiento con
el patriarca Isaac, con Alexis, Ulises, la madre, cuñados, primos, y
el largo etcétera que no estamos seguros hasta dónde llega.
Por estos días, la familia que ocupa
la Presidencia de la República trata de vendernos gato por liebre,
propagandizar la idea de que el “gobierno familiar” es tan normal
como era en el decenio fujimorista el recordado “roba, pero
trabaja”.
Pésima la lección que dejan los
Humala-Heredia a la clase política peruana, no faltará ahora algún
pendejo que intente legitimar sus corruptelas familiares como
acostumbran hacerse en los gobiernos regionales y locales.
Como el propio Humala lo ha pedido, en
adelante ya no es posible hablar de un Presidente de la República en
el Perú, sino de una “familia presidencial” nacida de la
embriaguez política que les ha hecho creer que una reelección
familiar usando el erario público es posible.
Cual si estuviéramos en un capítulo
adicional a la novela de Orwell, al pueblo peruano le toca hoy
enfrentar a la ambición de este clan que sueña con perpetuarse en
Palacio de Gobierno. Congreso de la República, Ministerio Público e
indignados oenegeritos, los queremos ver en acción. (Publicado en
Correo Puno 11/11/13)
1 comentario:
buen artículo
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