Por: Hugo Supo
Qué fácil resulta en estos tiempos
acomodarse dentro de los batallones de una “reserva moral” de la
“civilización del espectáculo” como ha catalogado a nuestra
época Mario Vargas Llosa. Qué cómodo resulta levantar el dedo
acusador, buscar, encontrar y exiliar de nuestra élite moralista a
los hipócritas, a los fariseos diría el obispo Jorge Carrión
Pavlich.
El término fariseo fue muy utilizado en
el Nuevo Testamento, sobre todo cuando Jesús puso a esta secta
judía como paradigma de hipocresía. Aunque claro, una persona
sensata no puede concebir la vulgarización del prejuicio para
abstraerse del problema. Nos cuesta aceptarlo, pero esto de mirar la
viga en el ojo ajeno y no en el nuestro, es una práctica constante
en buena parte de nosotros.
En la fiesta de la Candelaria, por
ejemplo, no hay año que no se arme el “tole tole”. Está por un
lado la Federación de Folklore, por el otro la iglesia, más allá
los políticos, el municipio, el Gobierno Regional, las cervecerías,
los danzarines, los devotos, laicos, la prensa y hasta los
pordioseros. Todos mirándonos unos a otros, echándonos culpas, sin
encontrar soluciones a nuestros problemas. Pamplinas.
¿Qué hace el representante de la
iglesia quejándose de los fariseos?, ¿qué hizo en todo este tiempo
por ganar, o no perder, devotos?, ¿qué, por mantener una devoción
intacta a la Virgen? Lo que hemos visto son mínimas apariciones
mediáticas en coyunturas como la presente para gritarnos que nos
portamos como sajras.
No hemos visto a la iglesia enseñar
con el ejemplo, al contrario, su desprestigio va al compás de la
banalización de la misma sociedad. ¿Cuándo veremos en realidad esa
prédica del Papa Francisco que alguna vez dijo: “Me gustaría una
iglesia pobre, y para los pobres”? No es la iglesia -si eso ha
querido decir el obispo de Puno- la reserva moral de la sociedad.
¿Y dónde está esa reserva? Es
difícil hallarlo, no son las instituciones definitivamente, tampoco
lo son las masas pobres, ni siquiera los colectivos progresistas.
Sospechamos que esta reserva está en los individuos, en los héroes
anónimos que no buscan tribunas, en los que están cumpliendo sus
funciones cabalmente, en el que no se engaña a si mismo. Empecemos
por ahí ¿ok? (Publicado en Correo Puno 06/02/14) FOTO: Correo. Versión editada.
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