Por: Hugo Supo
Gregrorio Santos estuvo en Puno y la
izquierda local ha vuelto a emocionarse. Pero no hay cosa distinta en
este escenario: el discurso, las arengas, promesas, quejas y hasta la
huachafa camisa roja han llegado -esta vez- para hacer propaganda a
favor del Movimiento de Afirmación Social (MAS), que lidera el
cajamarquino.
Y es que Santos representa hoy por hoy
ese eterno cantar de la izquierda marxista, que -más allá de sus
discursos- jamás ha podido demostrar en hechos lo que tanto pregona.
Acusa a la derecha de fomentar el individualismo; pero hay que
decirlo claro, no hay más individualista que ese militante de
supuesta izquierda cuya unidad y socialismo se esfuman a la hora de
ver sus intereses personales.
Así pues, el fin de semana, los
rostros eran conocidos entre el auditorio que aplaudía a Santos. Fue
curioso observar a seguidores del otrora sindicalista Luis Butrón,
del casi olvidado Puka Llacta David Jiménez, del gaseoso Movimiento
Agrario Puneño, alguno que otro exseguidor de Mauricio Rodríguez
y, cómo no, a los agonizantes Patria Roja de la Universidad Nacional
del Altiplano, entre otras joyitas.
Que no confunda Gregorio Santos, que el
auditorio del sábado por la mañana no estaba lleno de sus
seguidores ni votantes, eran solamente aventureros que llegaron allí
tentados por la curiosidad de saber quién era ese hombrecito que
había puesto en jaque al presidente Humala con el “No a Conga”
durante el 2011.
Aunque para ser sinceros, también hubo
alguno que buscaba asegurar su candidatura para las elecciones del
2014, a merced de someterse al discurso contestatario de moda, pero
siempre teniendo en claro que la agenda particular es con la que se
gobernará si así lo consiguiesen. Como ha sido antes y como parece
que será en el futuro inmediato.
Santos llegó con el discurso de unidad
para vencer a la “derecha neoliberal”; un reto harto difícil en
un departamento confundido en sus ideas políticas , sin rumbo ni
orientación, preso del caudillo populista que últimamente nos ha
ensartado con la dizque autonomía regional, federalismo y
quechuas-aimaras por la unidad.
Con todo este contexto, es deducible
que la izquierda no dará victoria en el altiplano, y siendo el caso
de que la derecha tampoco ha logrado calar en el pueblo a causa de la
exclusión y centralismo, se hace necesario fortalecer el proceso de
formación del movimiento originario, ese que no reniega de su pasado
y enfrenta al mundo moderno con dignidad.
¿Que no lo hay? Por supuesto que
existe, y es sobre todo gente joven que ha comprendido que la lucha
no es contra la burguesía sino por crear una burguesía nacional que
sea capaz de guiar al Perú en la construcción de ese Estado-Nación
ausente hoy en día.
De eso se trata, de conseguir un
capitalismo nacional, que fomente y enseñe la productividad como el
camino hacia el desarrollo. De lograr ese capitalismo pedido por Raúl
Haya de la Torre y de cuya inexistencia renegó José Carlos
Mariátegui, estaremos mucho mejor.
El movimiento cultural originario -aún
en pañales- no debe errar confundiéndose con el discurso
oportunista de las izquierdas, menos imitar ese dogmatismo y
polarización que podría terminar por hacerlos nada, ni qué hablar
del radicalismo inútil.
La esperanza es el movimiento
originario que tiene el reto de construirse con ideas claras, donde
no quepan ni Santos ni los que vitorean en sus mítines
propagandísticos. Veremos qué pasa. (Publicado en Correo 10/06/13)
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