Por: Hugo Supo
Hermes Evelio Cauna Morales, el
profesor que heredó el Frente de Defensa de los Recursos Naturales
del Sur de Puno de las manos de Walter Aduviri tras el aimarazo, está
en una disyuntiva complicada.
Por un lado, la semana que pasó
declaró a este y otros medios de comunicación que los aimaras –a
quienes dice representar– no se oponen a la minería; ergo, no
deberían tener problemas para recibir algún proyecto como en estos
días lo hacen los pobladores de Corani (Carabaya). Aunque Cauna ha
sido claro en la necesidad de aplicar la Consulta Previa ante
cualquier decisión.
Unas horas después, tras difundirse el
titular de Correo informando sobre este nuevo contexto moderado desde
el que Cauna enfocaba a la industria minera, el aimara salió a
desdecir lo que antes había pronunciado y se apresuró en echarnos
la culpa de las inconsistencias discursivas con que se maneja. Para
nosotros, obviamente el miedo al qué dirán fue un factor
determinante para el retroceso.
A pesar de ello, es en medio de este
panorama cuando tenemos que animar a Hermes Cauna; explicarle que
estar de acuerdo con el desarrollo de la minería no es agraviante ni
afecta el honor de las personas como lo sostiene en una carta
dirigida a esta redacción.
Si estar de acuerdo con la minería
–como lo está un buen sector de aimaras– fuera pecado,
imaginemos la vergüenza con la que andarían muchos pueblos,
profesionales y hasta el mismo país que por historia se dedica a
esta producción.
Que los aimaras del sur hayan repensado
la posibilidad de participar en un proyecto minero formal es un gran
avance, sobre todo si recordamos que en el 2011 el único argumento
válido para sus dirigentes era la ya famosa arenga: “agua sí,
mina no”, pero las cosas han cambiado hasta hoy.
Ahora bien, Cauna ha demostrado no
tener el valor para decirlo con todas sus letras: los aimaras también
tienen derecho a un proyecto tipo Corani, Ollachea o Candarave, donde
las comunidades han encontrado en la inversión privada una luz en el
oscuro sendero que les tocó vivir, sentados en su banca de oro,
esperando que el Estado se acordara alguna vez de sus existencias.
Y para demostrarle a Hermes Cauna que
no hay por qué temer, Correo presenta en su edición de hoy un
informe (pág. 11) acompañado de fotografías exclusivas donde se
muestra la transformación del otrora radical antiminero –por
antonomasia líder de Cauna– Walter Aduviri.
Las instantáneas de Correo muestran al
autor del aimarazo reunido con el principal representante de los
mineros de Madre de Dios, Tankar Rau-Rau Amaru, un dirigente de
informales cuyo verdadero nombre es Hernán de la Cruz Enciso y con
quien el aimara tiene coordinación desde hace un tiempo.
Es más, el mismo Aduviri ha expresado
que tampoco se opone a la minería; y a propósito de la defensa a la
Pachamama en el que estriba su discurso, quizás él se anime a ser
el emisario social que persuada a los seguidores de Tankar Rau-Rau
Amaru para que dejen de dañar el medio ambiente e ingresen en el
camino de la formalidad de una buena vez.
Como se dará cuenta, señor Hermes
Cauna, no tiene por qué maldecir y camuflar su posición. Desde esta
tribuna lo animamos a ratificar la idea expresada la semana anterior,
esa de que los aimaras no se oponen a la minería.
Y cierto, ahora que el periodo de veto
a las concesiones en el sur puneño vence en julio, la nueva posición
de los dirigentes aimaras tendría que ser considerada como un
llamado al ingreso de nuevos y buenos proyectos a territorios cuya
gente ha estado andando con la idea equivocada del “aislacionismo”.
Es hora de salir del clóset, señor Cauna. (Publicado en Correo Puno, 8/7/13)
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