Por: Hugo Supo
La segunda víctima de “Los malditos
del costal” se llamaba Vily Mamani Paco. A sus 22 años estaba
formando su propia familia cuando fue asesinado. Vily era de Juli,
pero decidió emprender, a fuerza de mototaxista, su camino hacia el
progreso en otros lares. Llegó a Juliaca en el 2014 junto a su joven
pareja, su plan era trabajar, ahorrar, invertir y superarse. Llaman
a Juliaca la ciudad de los emprendedores, pues bien, Vily quería
saber si eso era cierto.
El reloj daba las 13:00 horas aquel
sábado 8 de noviembre, Willy Pacha Huanca alzó la vista y reconoció
a su compañero Juan Jesús Córdova Quispe, había que ejecutar el
plan que ambos conversaron durante la mañana. Willy observó
cuidadosamente al elegido, en sus briosos ojos se reflejaba el sol
altiplánico, una rara emoción le invadió.
Para Vily Mamani era demasiado tarde,
cayó en la misma treta que los criminales habían diseñado para
todas las víctimas. Juan Jesús se bajó de la mototaxi estacionada
en la puerta del cuartucho con techo de calamina, allá en el grifo
San Román, y pronunció:
- Tengo un carguita pesada en este
cuarto, ayúdame.
Vily ingresó a la habitación cual
mosquito que cae en la telaraña de algún hambriento arácnido.
Willy y Juan Jesús no querían saciar su sed de dinero, sino de
sadismo que les exigía una violencia desmedida.
En el cuarto de Willy, el mototaxista
se agachó para cargar aquellas “cajitas pesadas”, ese descuido
era la seña de su muerte, Juan Jesús lo atacó por la espalda, lo
cogió por el cuello y ya no quiso soltarlo más. Mientras tanto, en
un abrir y cerrar de ojos Willy abrió la puerta, la cerró y se
abalanzó sobre el joven, lo cogió de los pies y lo tumbó al suelo.
Ante la Policía, los psicópatas
declararon que Vily luchó por su vida, fueron cinco minutos largos
para la víctima, Vily se esforzó, quiso gritar un socorro que lo
rescatara de la muerte. Un puntapié con el zapatos con punta de
acero de Juan Jesús lo ahogó.
De pronto, ese cuartucho se convirtió
en el escenario de un salvajismo inhumano, Vily había sido
finalmente doblegado, sus manos y pies fueron atados con unas
soguillas, le cubrieron la cabeza con un polo para no verle la
mirada.
El éxtasis recorría los cuerpos de
Willy y Juan Jesús, este último llenó de patadas al muchacho, no
hubo compasión, fue como si se vengaran por algún lejano trauma que
no los dejaba vivir tranquilos.
Ya vencido, el mototaxista recibió dos
certeros palazos en la cabeza, la sangre salpicó, Vily agonizaba.
Al verlo patalear, Willy cogió una
soguilla, la puso en el cuello de Vily y jaló para arriba, su
cómplice, Juan Jesús presionó con el pie el cuello del veinteañero
y solo lo quitó cuando estuvo seguro de que ya no respiraba.
Jadeante, Juan Jesús quitó el polo de la cabeza del cadáver y lo
reemplazó con una bolsa de plástico.
El apelativo de “Los Malditos del
costal” se lo ganaron en ese instante. Los asesinos habían
preparado un saco negro para Vily, lo introdujeron, lo aseguraron y
transformaron ese ser humano en un bulto que a los pocos minutos
sería dejado en lote vacío de la comunidad Esquen Tariachi, cerca
del cementerio La Capilla, en las afueras de la ciudad.
Willy Pacha condujo lo más rápido que
pudo desde Esquen Tariachi esa tarde, tuvo que cruzar media ciudad
para llegar a una casa de empeño, por inmediaciones del colegio JAE,
en este lugar Juan Jesús pactó empeñar la mototaxi por S/. 4500
nuevos soles. Celebraron.
Más o menos a esa hora, en otra zona
de Juliaca, el mototaxista Bladimir Lenin Ramos Acro (22) trabajaba
contento aquel día, jamás imaginaría ser el siguiente asesinado en
los inicios de diciembre. (Continuará)
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