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jueves, febrero 01, 2018

Bifurcación fujimorista

Por: Hugo Supo

Contrario a quienes saltan de alegría por la división de la bancada de Fuerza Popular en el Congreso de la República (consideran que esa división los debilita), este columnista piensa que la bifurcación fujimorista tiene por objetivo copar mayores espacios entre las opciones políticas del Perú.
Si Alberto Fujimori tenía a su hija Keiko hasta la campaña anterior, ahora construye la otra posibilidad, una más moderada y populista, Kenji, quien incluso se podría dar el lujo de extender una alianza con el gobierno de turno.
Paralelamente y bajo el patrocinio del indultado seguramente trabajará en una candidatura presidencial. Peligroso enemigo para los populistas de izquierda, especialmente aquellos que tienen incidencia en la calle.
Curiosamente, son esos mismos populistas de izquierda, quienes aplauden la separación de los hijos Fujimori. Han olvidado lo que el populismo de derechas es capaz de hacer en el gobierno y también en las calles, han olvidado la década de los noventa.
A diferencia de las corrientes izquierdistas locales que sobre todo se dedican a una lucha moralista, los de derechas aterrizan en satisfacer las necesidades de la gente (especialmente mediante programas sociales), de manera que ofrecen soluciones para el día a día y eso suele notarse en el momento de ir a las urnas.
La renuncia de los congresistas “Avengers” que lidera Kenji Fujimori, al final de cuentas, solo es la extensión del fujimorismo para reinventarse ante el electorado.
Asistimos, amigos lectores, a un empoderamiento de la fuerza fujimorista, bajo el auspicio de los mismos de siempre: los “antis” que simulando tener una espada le cortan la cabeza a la serpiente, pero solo logran que le crezca otra más.
Es verdad que Fuerza Popular ha pasado de ser una bancada con 73 parlamentarios a una mayoría de 61 miembros; así y todo, digan lo que digan el fujimorismo es la principal fuerza política del Perú. (Correo Puno Juliaca 01/02/18 Foto: Difusión)

jueves, enero 04, 2018

Martín Vizcarra

Por: Hugo Supo

El vicepresidente Martín Vizcarra ha perdido la irrepetible oportunidad de escribir su nombre en la historia de la República. Viendo en retrospectiva, el exgobernador regional de Moquegua bien pudo cambiar el rumbo del país. ¿Cómo es esto?
Sucede que los aúlicos utilizan términos catastróficos como “golpe”, “dictadura”, “romper el orden constitucional” y otros, de acuerdo a su conveniencia.
La Constitución Política del Perú es interpretada a la medida de los intereses particulares de izquierdas, derechas, “antis” y otros grupos.
Por ejemplo, el antifujimorismo usó la cantaleta del “golpe a la democracia” para oponerse a la vacancia presidencial planteada por la bancada del Frente Amplio, aunque desde la frialdad del análisis podemos sostener claramente que allí no hubo rompimiento del orden constitucional alguno.
Si se vacaba al Presidente asumía alguno de los dos vicepresidentes y se manejaba la transición. Así tendría que ocurrir en cualquier otra democracia de América Latina o el resto del mundo.
No obstante, el vicepresidente Vizcarra cayó -o se prestó- en el juego de los “antis” al someterse a la estrategia de Pedro Pablo Kuczynski, saliendo en señal de televisión abierta para respaldar el mensaje donde el Presidente amenazaba con la renuncia de todo el Ejecutivo en caso los congresistas lo vacaran.
Vizcarra pudo apartarse de PPK y de los enormes tentáculos que Odebrecht tiene sobre la clase política para darle rumbo a un gobierno complementario hasta el Bicentenario, pero prefirió ser un simple instrumento.
Con PPK vacado, Vizcarra tuvo que haber asumido la Presidencia de la República con medio Perú apoyándolo. Se hubiera evitado la negociación del indulto a Fujimori y la calle era el escenario ideal hasta para una Cuestión de Confianza con el agresivo Congreso naranja.
Todo eso pudo hacer el moqueguano, pero hay gente que no quiere trascendencia alguna y así suelen morirse. (Correo Puno Juliaca 04/01/18 Foto: Difusión)


jueves, diciembre 28, 2017

El movimiento “anti” en acción

Por: Hugo Supo

Ahora que el Presidente de la República, Pedro Pablo Kuczynski, ha incendiado la pradera por cuenta propia, el futuro de la política nacional es más incierto que de costumbre.
Ni siquiera puede asegurarse que este régimen termine el periodo para el que fue elegido; en todo caso dependerá de las estrategias que implemente para soportar la gran tormenta.
A corto plazo, seguramente, viene una reconfiguración de las fuerzas políticas en el Congreso de la República y en el mismo Ejecutivo, pero nada más.
Al parecer, los únicos que quieren sumarse a la idea de hacer un “gabinete de consenso” son los de la línea fujimorista, la que finalmente terminaría por consumir al Presidente, ubicándose en uno de los extremos de la polarización política.
Polarización alimentada también (y muy convenientemente) desde el movimiento “anti” que ha tomado las calles y que no piensa moverse de allí.
La hostilidad con la que se ha recibido la noticia del nombramiento del nuevo ministro del Interior, Vicente Romero, es apenas una muestra de que la guerra está declarada.
Aunque debemos tener en cuenta que es el mismo conflicto de grupos, precisamente, lo que nos condujo al circulo vicioso del que el Perú no puede salir.
Porque hay que decirlo claro y separar la paja del trigo. Si bien casi todos los peruanos rechazamos el negociado indulto de Fujimori, tampoco es que el movimiento “anti” sea el llamado a moralizar y cambiar este país.
Es el movimiento “anti” el que prefirió a Alberto Fujimori en 1990, ¿no lo recuerdan? Son los “anti” quienes llevaron al poder a Toledo, Humala y después a Kuczynski. No vengas con cuentos.
De manera que el ciudadano de a pie debe tener claro por qué protestar; una cosa es gritar por tener el ADN “anti” y otra, muy distinta, pertenecer al proceso que pretende una refundación constructiva de la sociedad peruana; esto último es poco visible todavía, pero será más duradero y trascendente en la historia. (Correo Puno Juliaca 28/12/17 Foto: Difusión)

jueves, julio 27, 2017

Izquierdas y derechas

Por: Hugo Supo

Dicen los aúlicos del sistema hegemónico que las cosas tenemos que definirlas entre izquierdas y derechas. En las últimas cuatro elecciones han arrastrado al pueblo peruano a votar por el “mal menor” y con ello le han hecho juego al modelo del que tanto reniegan.
Se identifican como izquierdas, progresistas, comunistas y similares, pero nunca se atreven a confesar que también son parte de ese pensamiento exógeno llegado a partir de la modernidad eurocentrista.
Son estas cosas las que están mal en la sociedad, son estos asuntos por los que tenemos tanta traición en el quehacer político.
Las mejores muestras son los gobiernos peruanos a partir de Alberto Fujimori, hoy todos cuestionados y, algunos en la cárcel, acusados por actos de corrupción.
Fallan las evaluaciones, cuando se considera que la derecha peruana es la única culpable de las desgracias actuales, sin mirar la viga en el ojo zurdo.
A propósito del 28 de julio y de lo poco que resta para el Bicentenario de fundación del modelo republicano, los peruanos debemos tener conciencia de que la responsabilidad de esta realidad no solamente recae en el neoliberalismo, sino, en igual medida, en quienes conviven con aparentes cuestionamientos solo para tiempos electorales.
Han pasado casi 200 años de la República y no hemos podido solucionar los grandes problemas de la nación, ni siquiera podemos hablar de nación, cuando de proyectos grandes se trata.
He allí la razón y urgencia de repensar el país, con una estructura andina, observada desde del interior y no, necesariamente, desde el centro limeño.
Que no nos engañen las izquierdas y derechas, cuando nos hablan de programas e ideologías que pretenden solucionar problemas muy nuestros.
En el Ande, existen modos y medios de producción para mejorar las condiciones de vida de todos los peruanos. Es un camino inexorable en la búsqueda de nueva nación peruana. (Correo Puno Juliaca 27/07/17 Foto: Difusión)


jueves, abril 06, 2017

Cada quien con su golpista

Por: Hugo Supo

Tan fácil es indignarse contra modelos dictatoriales que las alharacas coyunturales solo aportan a la simplista moda, pero no a la defensa de la democracia como alternativa para el ejercicio de poder. Vamos a ver.
A propósito de los 25 años de aquel 5 de abril, recordado ayer en Perú, es innegable que gran parte de la opinión pública actual rechaza la decisión disolutoria de Alberto Fujimori; es pues lo políticamente correcto hoy.
Y lo incorrecto -políticamente hablando- es respaldar ese cierre del Congreso de la República y las consecuencias en el manejo económico y política antiterrorista del gobierno peruano; aunque quienes opinan así son minoría.
Al revés parece ocurrir cuando se trata del otro golpe de estado en nuestra historia republicana, el de Juan Velasco Alvarado. O cuando la gente se pone a debatir sobre los recientes acontecimientos de Venezuela con Nicolás Maduro al frente.
De manera que si de golpes se trata, gran sector de la población tiene su preferido. En el fondo ni siquiera se está en contra de los golpes de estado, son simpatías o antipatías con los golpistas nada más.
¿O cómo se explica que el sector antifujimorista -a santo de defensores de la democracia- alientan cada que pueden para que el Presidente de la República, Pedro Pablo Kuczynski, disuelva el actual Parlamento de mayoría fujimorista?
Ocurre que el concepto de democracia no está claro para los peruanos. Solo para ejemplificar, este cronista tuvo la oportunidad de entrevistar a varios líderes políticos de la región Puno para trabajos académicos, y resulta que unos pocos entienden la democracia y su funcionamiento, gran parte solo se dedica a renegar.
No quieren ver que la democracia -con todos los errores y fallas- es el único camino vigente para ejercer poder, alternativo a otros modelos que sí son perniciosos: totalitarismos, dictatura, fascismo, etcétera.
No se hagan, que aquí entre peruanos persiste el tufillo antidemocracia.


lunes, abril 18, 2016

No a la carta blanca II

Por: Hugo Supo

Entre los años 70 y 80 del siglo pasado, las generaciones de entonces lograron que la posición puneña –respecto a los requisitos para alzarse al progreso- se enmarquen en dos megaproyectos: hidroeléctrica de San Gabán y la carretera Transoceánica (hoy Interoceánica).
Alberto Fujimori encaminó la primera parte de San Gabán, aunque con una deuda que se ha cargado por muchos años. En el caso de la Interoceánica, Alejandro Toledo tomó la decisión política para hacerlo realidad.
Pero, ambos proyectos estuvieron –y están- cargados de ene problemas, ya que no han tenido aterrizaje para que podamos emprender un norte de desarrollo. De manera que aparte de foquitos en las casas y mejor oferta en transporte entre localidades de la sierra y selva, no hemos logrado mayor cosa.
El problema –según concluye este cronista tras consecutivas tertulias con periodistas y técnicos regionalistas- es que los puneños de final de siglo, no han sabido articular los proyectos que ambicionamos.
Al inicio del presente siglo, ha surgido la siguiente bandera de lucha: ¡zona franca! El Gobierno ha respondido con un proyecto a medias (ZeedePuno), pues nos ofrece industria sin otros requisitos esenciales como energía barata.
Agregado a ello, el tonto conflicto de los localismos puneño y juliaqueño, la ineptitud de los gobernantes para gestionar inversión y la ausencia de presión social, la zona franca resulta un ensarte.
Sin embargo, somos conscientes de la necesidad de industrializar el altiplano, así podríamos acceder a empleos dignos y emprendimiento regional que garanticen el desarrollo de nuestra gente, para no estirar la mano al populismo centralista que solo se acuerda de Puno en tiempos de elecciones.
Puneñas, puneños: retomemos, pues, nuestro norte. Exijamos la industrialización con sus previos requisitos de seguridad energética e hídrica en un solo margo legal -que según proponen- podría ser una Ley del Altiplano. La segunda vuelta es una oportunidad que no podemos perder. (Correo Puno-Juliaca 18/04/16 Foto: Internet)