miércoles, noviembre 08, 2006

No era mujer, tampoco una niña

Por: Hugo Supo

No lo es, pero, llamémosle Alicia. El horizonte tenía ese aspecto melancólico, como si quisiera llorar, el viento envolvía a la ciudad en un clima frígido. Había bajado a una calle del centro después de visitar a algunos amigos. Me pasa a mí, el hambre siempre es implacable en tardes como esa.

Entré en la tiendecita, pregunté por algo de comer, ordené, me quedé sentado. En la televisión habían puesto una película de aquellas que me aborrecen; como siempre el solitario héroe con bandera norteamericana tatuada en el brazo arrollaba con su insuperable ametralladora al enemigo. Miraba el film porque no encontré algo más interesante con qué entretener mis ojos mientras masticaba.

Suele ocurrir. Sobre todo, si esas tardes me recuerdan a las solitarias caídas del crepúsculo en las que la monótona melodía del viento citadino acompañaba mis preocupaciones de niño. Cosas del pasado.

Ha pasado algún tiempo, no recuerdo bien su fisonomía, debió tener 14 o 15 años, Alicia, no es una chica común. Me tocó el hombro, volteé para ver quien era y me sorprendió. - Una ayuda, dijo casi murmurando

Quise contestarle, tal vez increparle, no era niña, tampoco una mujer. Sentí en ese momento la necesidad de interrogarle: ¿Por qué no puedes trabajar, eres joven?....no tienes impedimentos, no debes pedir limosna…

Pero, mis temblorosos labios no se movieron, quise preguntarle qué ayuda quería, quise invitarla a sentarse en la misma mesa en la que yo me encontraba, pero no hice nada.

Al mismo tiempo, quizá inconscientemente, mi brazo derecho empezó a actuar, dejó la cuchara, bajo lentamente hasta encontrar el bolsillo del pantalón verde que llevaba puesto, buscó y encontró una moneda. No era mucho, pero se lo entregué sin decir nada. No dijo gracias, no dijo nada…

Comúnmente no dejo conmoverme por esas personas –porque casi siempre recorren los mismo lugares, algunos hasta son malacostumbrados- pero Alicia, fue una experiencia diferente.

Nunca sabré si la botaron de casa, o la dejó algún varón inhumano después de haberla preñado. La “guagua” que llevaba en la espalda, es quizá el motivo que me dejó tan perplejo y rendido a su pedido. No era una mujer, pero tampoco niña, hasta ahora me pregunto qué será de la vida de ese bebé, o la de su madre que solitariamente tiene que enfrentar el largo andar de la existencia.