jueves, diciembre 15, 2011

Al que le caiga el guante que se lo chante

Por: Hugo Supo

Cuántas veces hemos terminado indignados por las conductas de algunos políticos que han gobernado nuestros pueblos y que aprovechándose del poder han tratado de perennizarse en los cargos públicos. Ejemplos de estos especímenes y sus actos sobran.

Pero vamos a ser sinceros, muchas veces nos fijamos solamente en un lado del mal, mientras que con otros sectores (porque se supone que son más cercanos a la defensa del pueblo) nos hacemos de la vista gorda, a sabiendas que el juicio es injusto.

¿Quién se ha escandalizado por ejemplo con la reciente noticia de la re-reelección de Alberto Pizango, Daysi Zapata y el resto de directivos de la hoy famosa ONG denominada Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP)? ¿Pocos no?

Podrían alegar que no corresponde hacer cuestionamientos ni fiscalización social en este caso, soslayando que se trata de una institución privada, ciertamente; a lo que yo replicaría que las ONG reciben financiamiento –la mayor parte de entidades gubernamentales extranjeras- precisamente gracias al rol social y promotor del desarrollo que deberían cumplir en el país, y que en muchísimos casos no lo hacen. Es decir, que la plata les llega porque hay pobreza, conflictos, VIH, etcétera, y mientras más de estos males haya, más platita llegará a sus cuentas bancarias.

La tercera elección consecutiva de Pizango como presidente de AIDESEP en complicidad con los que la dirigen (tendrán que forzar la re-reelección en sus estatutos), es tan solo la punta del iceberg de lo que pasa con este tipo de organizaciones, generalmente presentadas como asociaciones sin fines de lucro, aunque eso no pasa de ser cortina para acceder a beneficios tributarios y financiamiento, cuando en la realidad operan cual si fueran empresas y peor, hacen una competencia desleal a los emprendimientos privados locales.

La fundación española FRIDE publicó en el 2008 el informe titulado “Perú: ¿El reino de las ONG?” en el que precisa que “las ONG se han multiplicado en Perú en los últimos años. Los resultados de su accionar son disímiles, aunque poseen una evaluación favorable en su papel dentro del desarrollo, sobre todo en las zonas rurales. Algunos sectores, asimismo, son muy criticados por no cumplir sus fines y desvirtuar la finalidad de la institución democrática” (Pág. 19).

Agrega además, respecto a la opinión pública que “últimamente existe una corriente muy contestataria con la cooperación, que critica los privilegios de sus funcionarios y los intereses que motivan su accionar. Asimismo, se critica la conducta de los actores privados financiados por la cooperación, alegando falta de controles sobre su accionar y su excesiva participación en los procesos políticos” (Pág. 21).

En el Perú de hoy también se han conferido la representación de “sociedad civil” en desmedro de la verdadera sociedad civil, que se supone está personificada por los colegios profesionales, empresarios agremiados en sus cámaras de comercio, universidades, gremios, entre otros sectores; pero de ninguna manera solamente las ONG.

Aparte, nadie sabe a ciencia cierta cuánto de presupuesto manejan, sus auditorías son secretísimas, malpagan a sus empleados, no practican la democracia interna, siempre están en la teoría, agudizan los conflictos y lo peor de todo: sus niveles de incidencia se limitan a publicar boletines, revistas, informes y en el mejor de los casos alguno que otro libro.

Diría que salvo contadas excepciones, es necesario reflexionar hacia dónde nos quieren llevar los que manejan las ONG y cuáles son las intenciones de sus financistas.

En todo caso, esta es una característica recurrente en el comportamiento de la sociedad, se mira a un lado y al otro no. Lo mismo pasa con la mega minería en contraposición a la informal, a las cadenas de supermercados versus el contrabando, los partidos políticos y las organizaciones populares, etcétera. (Publicado en Correo 15/12/2011)