Por: Hugo Supo
Todo indica que
el virus que causa la COVID-19 viene a azotarnos con fuerza. El
ascenso vertical de las muertes durante la última semana es el
trompetazo del ángel de la muerte.
El promedio regional es de cinco
fallecidos por día y, seguramente, son más porque la oficialidad
despierta muchas dudas.
¿Puede frenarse este ascenso con una
cuarentena focalizada de dos semanas? Francamente, es difícil lograr
en 15 días lo que se ha dejado de hacer desde el 16 de marzo.
Lo escribíamos en este mismo espacio
al inicio del Estado de Emergencia, necesitamos un hospital COVID-19,
equipamiento en las UCI, un laboratorio biomolecular óptimo, pruebas
serológicas para aplicación masiva y estrategias sociales
(comunicación, educación, etcétera) para mitigar los contagios.
Poco ayudaría una cuarentena si a la
par no hay testeos masivos ni nosocomios de campaña. ¿De qué
valdría el encierro si cuando la gente vuelva a las calles, lo haría
con las mismas actitudes de desacatamiento a las normas
sanitarias?
Además, los gobernantes y la sociedad civil
altiplánica (que de alguna manera se organiza para abastecer de
Ivermectina y oxígeno) acaban de tener un nuevo distanciamiento. La
incapacidad para generar proyectos rápidos, la burocracia y la poca
voluntad de escucha son las gotas que derramaron el vaso.
De esta
manera, Puno corre riesgo de vivir la misma historia letal de
Arequipa, Loreto o el resto de regiones donde el virus ha barrido.
Con una economía en proceso de
reactivación para evitar las otras muertes (las del hambre), es
urgente la unidad social para las siguientes semanas: el Estado debe
generar condiciones para vigilar el cumplimiento de las normas
sanitarias básicas y el pueblo debe responder con cautela y sin
excesos de confianza. No es broma, el virus está cada vez más
cerca. (Correo Puno Juliaca 23/07/20 Foto: Andina)