Por: Hugo Supo
Ahora que el Presidente de la
República, Pedro Pablo Kuczynski, ha incendiado la pradera por
cuenta propia, el futuro de la política nacional es más incierto
que de costumbre.
Ni siquiera puede asegurarse que este
régimen termine el periodo para el que fue elegido; en todo caso
dependerá de las estrategias que implemente para soportar la gran
tormenta.
A corto plazo, seguramente, viene una
reconfiguración de las fuerzas políticas en el Congreso de la
República y en el mismo Ejecutivo, pero nada más.
Al parecer, los únicos que quieren
sumarse a la idea de hacer un “gabinete de consenso” son los de
la línea fujimorista, la que finalmente terminaría por consumir al
Presidente, ubicándose en uno de los extremos de la polarización
política.
Polarización alimentada también (y
muy convenientemente) desde el movimiento “anti” que ha tomado
las calles y que no piensa moverse de allí.
La hostilidad con la que se ha recibido
la noticia del nombramiento del nuevo ministro del Interior, Vicente
Romero, es apenas una muestra de que la guerra está declarada.
Aunque debemos tener en cuenta que es
el mismo conflicto de grupos, precisamente, lo que nos condujo al
circulo vicioso del que el Perú no puede salir.
Porque hay que decirlo claro y separar
la paja del trigo. Si bien casi todos los peruanos rechazamos el
negociado indulto de Fujimori, tampoco es que el movimiento “anti”
sea el llamado a moralizar y cambiar este país.
Es el movimiento “anti” el que
prefirió a Alberto Fujimori en 1990, ¿no lo recuerdan? Son los
“anti” quienes llevaron al poder a Toledo, Humala y después a
Kuczynski. No vengas con cuentos.
De manera que el ciudadano de a pie
debe tener claro por qué protestar; una cosa es gritar por tener el
ADN “anti” y otra, muy distinta, pertenecer al proceso que
pretende una refundación constructiva de la sociedad peruana; esto
último es poco visible todavía, pero será más duradero y
trascendente en la historia. (Correo Puno Juliaca 28/12/17 Foto:
Difusión)