Por: Hugo Supo
Mientras el país
debate la conveniencia o no de ampliar el Estado de Emergencia para
frenar el avance del coronavirus, a cada rato se muestran evidencias
de las fracturas históricas que carga el Perú:
Viajes humanitarios A (avión), viajes
humanitarios B (buses) y la caminata de los descamisados que buscan
volver al terruño.
Excarcelación humanitaria A (vean a los
políticos amigos del régimen), excarcelación humanitaria B (pocos
presos por alimentos) y las víctimas del lerdo sistema de justicia
peruano que siguen esperando una sentencia en medio de
hacinamiento.
Préstamos A (BCR a bancos), préstamos B (bancos a
empresarios) y la agonía de los emprendedores informales que por más
economía que generen, son invisibles para el Estado
formal.
Hospitales de campaña A (en Lima), hospitales de campaña
B (nosocomios semiabandonados en regiones) y los establecimientos de
salud en comunidades y centros poblados, donde solo hay puertas
cerradas.
Educación virtual A (tecnología 4G), educación
virtual B (radio y televisión) y los hijos del pobre y anónimo
peruano que para el Estado solo es un número de DNI.
Subisidio
económico A (sueldos, ¿AFP y CTS?), subsidio económico B (bonos y
canastas) y el doloroso silencio de quienes ni siquiera tienen los
medios para reclamar, los que son inexistentes hasta en los mapas de
pobreza.
Y así, en algún momento, nos hemos creído el cuento de
“país de primer mundo”, el crecimiento económico, la
reconciliación nacional, el Acuerdo Nacional y el Perú
bicentenarista.
Que esta pandemia valga la pena. Parafraseando al
autor de una reciente carta, la crisis no debe hacernos pensar en
“sobrevivir” para regresar a esa nefasta normalidad de antes, la
crisis implica “reinventarse” para cerrar, de una vez por todas,
las fracturas de nuestro país. Si no es ahora, cuándo. (Correo Puno
Juliaca 23/04/20 Foto: Difusión)