lunes, junio 08, 2009

El olvido tiene la culpa


Por. Hugo Supo

A principios de este año conocí en Lima a Devora Inga, una joven mujer guapa e inteligente, hija de un ex político nacional. Fue en su casa donde a un grupo de periodistas provincianos nos confesó haber trabajado un par de veces en asesoría a los ministerios, uno al de Salud y otro que obvió mencionarlo.

El hecho es que en medio de una interesante tertulia, la buena Devora nos dijo aquel viernes por la noche que las mesas de diálogo que se instalan para solucionar los conflictos surgidos en el país son un cuento.

Nada novedoso para nosotros que habíamos sido testigos de las grandes decepciones que protagonizan nuestros gobernantes, lo que quizás si llamó la atención es la frialdad y desgano (según lo contado por Devora) con la que los funcionarios de los ministerios atienden los pedidos de la ciudadanía; si es que los atienden.

- Da pena, pero hay decenas y decenas de actas de compromiso firmados por los ministros y nadie se preocupa por atenderlos- nos dijo la joven Inga, un tanto decepcionada de su mismo trabajo, un tanto impotente también.

Claro, el Gobierno firma un compromiso y luego todo queda en el olvido, como diciendo “ya tenemos a estos cholos en el bolsillo”. Y sólo cuando explota un conflicto, se toma carreteras, caen policías rehenes o han asesinado a un alcalde, los pasadizos de los ministerios de convierten en un bullicio de correteos y en las oficinas empiezan a buscar algún archivo que dé posibilidad a argumentar que el acta comprometido con tal o cual pueblo se está cumpliendo. Así funcionan las cosas en nuestro gobierno, no es de ahora, fue desde siempre.

Esta experiencia se me viene a la mente al ponerme a pensar en las poblaciones indígenas de la amazonia que el último viernes fueron víctimas de la crueldad de la burocracia limeña, institucionalizada en los ministerios que encabeza Yehude Simon.

Realmente a uno le indigna ver a Meche Cabanillas o al propio Simon declarar para los también alejados medios de comunicación capitalinos que son los nativos los que no quisieron dialogar. Como si fuera fácil estar en huelga por cerca de dos meses sin que nadie te otorgue solución y solamente te digan que eres una “mula” y que por eso no piensas, que requieres de algún gobierno extranjero para actuar.

Las preguntas son ahora: ¿Qué ha esperado el gobierno para terminar con la huelga sin tener la necesidad de llegar al río de sangre que ahora estamos lamentando todos los peruanos? ¿Cuál fue la necesidad de tanto llanto, dolor y odio entre compatriotas?

Las respuestas las tienen las conciencias de aquellos que engordan y andan encorbatados en las calles de la gran Lima, en aquellos que olvidaron que los límites de su ciudad capital no son donde se termina el Perú, está en esos ministros que firman actas con los pueblos en los que siembran esperanza, falsa esperanza.

Con Puno por ejemplo; el mismo Yehude Simon vino el 11 de diciembre del 2008 para instalar una “mesa de trabajo”, supuestamente para atender las necesidades del altiplano, incluso se nombró como madrina a la titular del MINCETUR, Mercedes Araoz. Pero, ¿acaso hemos visto resultados de este trabajo?

O sino que lo digan los alcaldes y dirigentes que han empaquetado de proyectos a los asesores antes de que regresen a Lima o mejor que lo digan esos ministros que una vez recibidos esos proyectos, han tirado esas esperanzas de Puno al fondo de un cuartucho lleno de papeles.

¿O acaso se ha hecho algo hasta ahora sobre el pedido de los ilaveños (carretera Ilave-Masocruz) cuando en el 2004 se mató al alcalde Cirilo Robles? Nada. Hay muchos ejemplos así.

Eso si, cuando surja algún conflicto por este lado, seguramente saldrá una Meche Cabanillas, un Mauricio Mulder o un Alan García a echarle la culpa a Evo Morales o Hugo Chávez de su negligencia, como sucede ahora con la selva.

El problema es la falta de voluntad para solucionar los problemas de los peruanos, pocos allí en Lima tienen ese empeño, casi a nadie le interesa lo que pase más allá de sus narices. Por eso el fracaso de esta democracia. Que pena que de tantas experiencias lamentables no hayamos aprendido los peruanos a vivir con más dignidad y respeto entre nosotros mismos.