miércoles, agosto 08, 2007

La boda de mi hermano




Por: Hugo Supo

Fue un día especial. Papá y mamá demoraban más de lo debido, y el tiempo transcurría sin contemplaciones. Sol radiante y cielo azulado como para decorar la jornada más importante en la vida de mi hermano.

Llamé un par de veces a casa, pero nadie respondía, lo que significa que todos habían salido rumbo a Puno, allí se hizo la boda. Aproveché la mañana para caminar, y salí un par de veces al centro de la ciudad. Parecía un día normal en mi convivencia con el resto del mundo.

Casi al medio día de ese sábado nos dirigimos al lugar, todo fue en medio del ajetreo natural antes de un matrimonio. La ceremonia debía iniciar en unos minutos. Papá y mamá se apresuraron en llevar el regalo de boda. Raúl –mi hermano mayor- nos recordaba que debíamos llegar temprano, y yo, seguía pensando en cómo mi hermano mayor se casaba y dejaba para siempre su libertad e individualidad.

Cuando llegamos, el local estaba aún vacío. La música de fondo hacia parecer que faltaba mucho para el momento central, así que decidimos esperar, sin más remedio que sentarnos y saludar con protocolo a decenas de desconocidos que seguramente no volveré a ver, pues ni de sus rostros me acuerdo.

¡Llegaron los novios!, gritó el animador de cumpleaños -de matrimonios también claro, pero lo conozco por lo primero-, y todos nos paramos. Me dirigí a la puerta principal para tomarle unas fotos a mi hermano y a su futura esposa. Lo vi y volví a recordar nuestras infancias juntas.

Lo perpetué con claridad. Tan lejos han quedado los jueguitos de niños, cuando con justificada inocencia hacíamos volar nuestras imaginaciones en el patio de tierra de la casa de papá.

Hasta ahora me vengo a dar cuenta que el tiempo es cruel, pasa y no da cuenta a nadie de ello. Jaime, mi hermano quien se casó, estudió en la misma escuela, colegio y universidad que yo. Y como tal, siempre estuvo cerca de mí.

Con él aprendí mucho, estuvimos en las cosas buenas y malas de la vida. Empero, de pronto nos ha tocado vivir nuevas historietas, ajenas a nuestros años mozos.

Se dieron el SI, y el registrador público dijo que ya todo había terminado, fue como una luz para mí, ni imaginarlo para mis padres. Tan rápido crecen los hijos, y tan rápido nos toca vivir.

Luego empezó el baile. Danubio azul y el casarasiri para ensalzar la fiesta. Regalos. Abrazos combinándose entre lo sincero y lo fingido. Felicitaciones que venían y se iban. Y una musiquilla lejana que me hacia añorar los buenos tiempos.

Finalmente, me acerqué, le di un abrazo, al igual que a su esposa.

- Gracias por venir, me dijo.
- Felicidades, respondí con sinceridad.

Pero, no me quedé hasta el final, quise dejarlos vivir su propia experiencia, y me llevé a papá y mamá.

- La fiesta acabó para nosotros, y recién empieza para ti, dije antes de salir.