Por: Hugo Supo
Las manecillas del reloj marcaron las
ocho de la noche de aquel viernes negro. El almanaque decía que era
22 de junio del 2012. Las estrellas, que apenas se podían distinguir
vistas de entre las luces artificiales, parecían tiritar de frío
como pequeñas luciérnagas en el cielo del altiplano juliaqueño.
A esa hora, la ciudad vivía un intenso
correteo, los jóvenes acostumbran colmar su necesidad de desenfreno
acudiendo a las discotecas que se han instalado entre los jirones
Unión, Jorge Chávez, 7 de Junio, Piura o el popular pasaje Santa
Elisa. El 22 de junio no fue la excepción.
A esa misma hora en el extremo sur de
Juliaca, el guachimán Hernán Dany Serruto Rosa (24) se despidió de
sus colegas. Junto a ellos estaba a cargo de la guardianía en el
inmueble ubicado en la manzana L, lote 11 de la urbanización
Taparachi, un local de propiedad de la empresa minera Titan S.A.C.,
que gerenciaba el joven Iván Torres Carcasi ante la muerte de su
progenitor, Percy Torres, en el 2011.
“Serruto” -como era conocido Hernán
Dany- “se comportó extraño aquella noche”, declararon unas
horas después ante la policía sus compañeros. Tenían razón.
Serruto estaba en el turno diurno, pero esa noche había optado por
quedarse unos minutos para hacer horas extras y dar compañía a
Félix Huanca Marrón (53) y José Fidel Castro Laura (51), estos
eran los guardianes del horario nocturno.
Luego Serruto comunicó que sus planes
habían cambiado intempestivamente, debía irse. Antes hizo una
llamada, nadie pudo fijarse a quién o quiénes. El apretón de manos
fue el adiós, Serruto caminó nerviosamente hacia la salida, era
acompañado por Félix Huanca, pues alguien debía asegurar la puerta
por dentro.
El otro guachimán, José Fidel Castro,
se quedó en el segundo nivel, hasta que una combinación de miedo y
sorpresa lo dejó zonzo, escuchó el fuerte estruendo provocado por
el disparo de balas, quiso defenderse o huir, pero era tarde.
Los delincuentes llegaron antes de que
se repusiera, lo golpearon, le dispararon en la boca y le quitaron
las llaves que guardaba. José Fidel temió por su vida, la sorpresa
de los hechos lo dejó obnubilado, imaginó que el buen Félix Huanca
yacía tendido en medio de un charco de sangre y notó que una banda
de encapuchados desataba el terror en la propiedad de los Torres.
LOS TRAICIONARON. A las 8 y 20 de la
noche sonó el timbre de la comisaría policial de Juliaca, una
desesperada voz reportó un asalto en la urbanización Taparachi. A
los minutos se escuchó el ulular de los patrulleros dirigiéndose a
toda prisa a la escena del crimen.
¿Qué había pasado?, ¿quiénes eran
ellos?, ¿por qué los sorprendieron de tal manera? Las preguntas
llegaban a modo de pequeños flash back a la memoria de José Fidel,
mientras agonizaba ensangrentado. Tuvo suerte de que los malhechores
creyeran que había muerto.
Estos hechos no eran casuales y José
Fidel lo sabía. Alguien tuvo que traicionarlos, todo apuntaba a que
ese alguien era Serruto; su extraño comportamiento y su evidente
vinculación con los hechos eran verdades innegables.
TODO CALCULADO. La saña de los
criminales fue planificada con la frialdad que solo los monstruos
pueden desarrollar; cuando la policía llegó, la banda ya había
escapado con rumbo desconocido, llevaban consigo -según declaró
después el gerente Iván Torres a la policía- 53 kilos de oro,
pistolas, revólveres, carabinas, el CPU donde grababan lo que
captaban las cámaras de seguridad y otros objetos de valor.
Luego se supo que para perpetrar su
cometido tuvieron que envenenar a los tres perros que la seguridad
cuidaba como refuerzo, dos eran de raza rottweiler y un cachorro
pastor alemán. Todo estaba fríamente calculado.
NO LOS LOCALIZARON. Aquella noche la
policía montó una improvisada redada en los alrededores pero el
operativo no tuvo éxito, los delincuentes reían en su escondite con
los ojos brillosos por la adrenalina provocada por la incursión. El
botín no era poco y su enceguecida avaricia estaba dando un brindis
en ese momento.
En los alrededores de la casa de los
Torres, en Taparachi -debió de ser a unos 500 metros de la
tragedia-, los agentes hallaron la camioneta Mitsubichi de placa
RU-9137 conteniendo municiones; la vinculación con los hechos era
obvia. Los vecinos se sumaron denunciando que el vehículo fue
abandonado por desconocidos esa misma noche.
Para entonces, José Fidel ya estaba
siendo atendido en la Clínica Americana de Juliaca, los médicos le
diagnosticaron policontusiones en la pierna y cabeza. Más tarde
daría declaraciones ante la Sección de Investigación Criminal, sus
agentes habían tomado el caso.
EL HOMBRE CLAVE. Con el transcurrir de
las investigaciones se fue llamando a distintas personas vinculadas
con la empresa para dar declaraciones ante la SEINCRI Juliaca, fue
allí que otro hombre de seguridad de Titan S.A.C., Randy Moscoso
Flores, el propio José Fidel Castro Laura y hasta el gerente Iván
Torres Carcasi desfilaron para dar cuenta de lo que sabían del
asalto. Moscoso ratificó que “no era usual que Serruto se quedara
fuera de tiempo”. Había que ir tras el hombre clave.
El seguimiento demoró hasta el 23 de
julio del 2012, ese día fue capturado Serruto en la avenida
Circunvalación de la misma ciudad de Juliaca. No fue difícil lograr
la confesión del guachimán, allí mismo delató a los compinches
con quienes perpetró el crimen.
En los archivos policiales aparecieron
entonces los alias de Chancho, Yuliño y Charles; hasta ahora se sabe
que Chancho es Román Chuquicallata Sacachipana (extrabajador de
Titán S.A.C.) y que Yuliño es Jhon Hamiltton Tito; Charles aún
está en proceso de identificación.
Serruto se comprometió a colaborar con
la justicia a cambio de beneficios en su juicio y fue así que
contactó con Chancho y Yuliño, “hemos dado un buen golpe, en un
mes les daré su parte”, tentó el guachimán.
Tras paciente seguimiento se detuvo
unos días después a Yuliño, este intentó negar su vinculación,
pero las evidencias estaban a punto de catapultarlo en el encierro.
La policía pudo dar con este individuo, pero no con Charles y
Chancho, ambos, y quizás otros de sus compinches, andaban sueltos en
algún lugar, planificando otro golpe.
TORRES SABÍA. El informe policial N°
070-2012, en el que se basa la presente crónica, revela también un
dato trascendental para las investigaciones que las autoridades
realizan sobre la matanza y posterior asalto a mineros ocurrido el 19
de octubre en la carretera La Rinconada-Ananea.
Según consta en el documento, el hoy
fallecido gerente Iván Torres Carcasi fue alertado de otro atentado
contra su persona y sus propiedades; habría sido su empleado Yana
Yanaque quien declaró que su compañero identificado como Erick
Gárate le propuso participar de un asalto que pensaban hacer contra
Iván Torres en las pampas de Ananea. Los hechos hablaron por sí
solos el 19 de octubre, cuando unos 10 encapuchados acribillaron sin
piedad al joven minero, a sus trabajadores, y se llevaron -otra vez-
su oro. (Publicado en Correo 10/11/2012)