viernes, noviembre 09, 2012

Los que se ensañaron contra los Torres


Por: Hugo Supo

Las manecillas del reloj marcaron las ocho de la noche de aquel viernes negro. El almanaque decía que era 22 de junio del 2012. Las estrellas, que apenas se podían distinguir vistas de entre las luces artificiales, parecían tiritar de frío como pequeñas luciérnagas en el cielo del altiplano juliaqueño.
A esa hora, la ciudad vivía un intenso correteo, los jóvenes acostumbran colmar su necesidad de desenfreno acudiendo a las discotecas que se han instalado entre los jirones Unión, Jorge Chávez, 7 de Junio, Piura o el popular pasaje Santa Elisa. El 22 de junio no fue la excepción.
A esa misma hora en el extremo sur de Juliaca, el guachimán Hernán Dany Serruto Rosa (24) se despidió de sus colegas. Junto a ellos estaba a cargo de la guardianía en el inmueble ubicado en la manzana L, lote 11 de la urbanización Taparachi, un local de propiedad de la empresa minera Titan S.A.C., que gerenciaba el joven Iván Torres Carcasi ante la muerte de su progenitor, Percy Torres, en el 2011.
“Serruto” -como era conocido Hernán Dany- “se comportó extraño aquella noche”, declararon unas horas después ante la policía sus compañeros. Tenían razón. Serruto estaba en el turno diurno, pero esa noche había optado por quedarse unos minutos para hacer horas extras y dar compañía a Félix Huanca Marrón (53) y José Fidel Castro Laura (51), estos eran los guardianes del horario nocturno.
Luego Serruto comunicó que sus planes habían cambiado intempestivamente, debía irse. Antes hizo una llamada, nadie pudo fijarse a quién o quiénes. El apretón de manos fue el adiós, Serruto caminó nerviosamente hacia la salida, era acompañado por Félix Huanca, pues alguien debía asegurar la puerta por dentro.
El otro guachimán, José Fidel Castro, se quedó en el segundo nivel, hasta que una combinación de miedo y sorpresa lo dejó zonzo, escuchó el fuerte estruendo provocado por el disparo de balas, quiso defenderse o huir, pero era tarde.
Los delincuentes llegaron antes de que se repusiera, lo golpearon, le dispararon en la boca y le quitaron las llaves que guardaba. José Fidel temió por su vida, la sorpresa de los hechos lo dejó obnubilado, imaginó que el buen Félix Huanca yacía tendido en medio de un charco de sangre y notó que una banda de encapuchados desataba el terror en la propiedad de los Torres.

LOS TRAICIONARON. A las 8 y 20 de la noche sonó el timbre de la comisaría policial de Juliaca, una desesperada voz reportó un asalto en la urbanización Taparachi. A los minutos se escuchó el ulular de los patrulleros dirigiéndose a toda prisa a la escena del crimen.
¿Qué había pasado?, ¿quiénes eran ellos?, ¿por qué los sorprendieron de tal manera? Las preguntas llegaban a modo de pequeños flash back a la memoria de José Fidel, mientras agonizaba ensangrentado. Tuvo suerte de que los malhechores creyeran que había muerto.
Estos hechos no eran casuales y José Fidel lo sabía. Alguien tuvo que traicionarlos, todo apuntaba a que ese alguien era Serruto; su extraño comportamiento y su evidente vinculación con los hechos eran verdades innegables.

TODO CALCULADO. La saña de los criminales fue planificada con la frialdad que solo los monstruos pueden desarrollar; cuando la policía llegó, la banda ya había escapado con rumbo desconocido, llevaban consigo -según declaró después el gerente Iván Torres a la policía- 53 kilos de oro, pistolas, revólveres, carabinas, el CPU donde grababan lo que captaban las cámaras de seguridad y otros objetos de valor.
Luego se supo que para perpetrar su cometido tuvieron que envenenar a los tres perros que la seguridad cuidaba como refuerzo, dos eran de raza rottweiler y un cachorro pastor alemán. Todo estaba fríamente calculado.

NO LOS LOCALIZARON. Aquella noche la policía montó una improvisada redada en los alrededores pero el operativo no tuvo éxito, los delincuentes reían en su escondite con los ojos brillosos por la adrenalina provocada por la incursión. El botín no era poco y su enceguecida avaricia estaba dando un brindis en ese momento.
En los alrededores de la casa de los Torres, en Taparachi -debió de ser a unos 500 metros de la tragedia-, los agentes hallaron la camioneta Mitsubichi de placa RU-9137 conteniendo municiones; la vinculación con los hechos era obvia. Los vecinos se sumaron denunciando que el vehículo fue abandonado por desconocidos esa misma noche.
Para entonces, José Fidel ya estaba siendo atendido en la Clínica Americana de Juliaca, los médicos le diagnosticaron policontusiones en la pierna y cabeza. Más tarde daría declaraciones ante la Sección de Investigación Criminal, sus agentes habían tomado el caso.

EL HOMBRE CLAVE. Con el transcurrir de las investigaciones se fue llamando a distintas personas vinculadas con la empresa para dar declaraciones ante la SEINCRI Juliaca, fue allí que otro hombre de seguridad de Titan S.A.C., Randy Moscoso Flores, el propio José Fidel Castro Laura y hasta el gerente Iván Torres Carcasi desfilaron para dar cuenta de lo que sabían del asalto. Moscoso ratificó que “no era usual que Serruto se quedara fuera de tiempo”. Había que ir tras el hombre clave.
El seguimiento demoró hasta el 23 de julio del 2012, ese día fue capturado Serruto en la avenida Circunvalación de la misma ciudad de Juliaca. No fue difícil lograr la confesión del guachimán, allí mismo delató a los compinches con quienes perpetró el crimen.
En los archivos policiales aparecieron entonces los alias de Chancho, Yuliño y Charles; hasta ahora se sabe que Chancho es Román Chuquicallata Sacachipana (extrabajador de Titán S.A.C.) y que Yuliño es Jhon Hamiltton Tito; Charles aún está en proceso de identificación.
Serruto se comprometió a colaborar con la justicia a cambio de beneficios en su juicio y fue así que contactó con Chancho y Yuliño, “hemos dado un buen golpe, en un mes les daré su parte”, tentó el guachimán.
Tras paciente seguimiento se detuvo unos días después a Yuliño, este intentó negar su vinculación, pero las evidencias estaban a punto de catapultarlo en el encierro. La policía pudo dar con este individuo, pero no con Charles y Chancho, ambos, y quizás otros de sus compinches, andaban sueltos en algún lugar, planificando otro golpe.

TORRES SABÍA. El informe policial N° 070-2012, en el que se basa la presente crónica, revela también un dato trascendental para las investigaciones que las autoridades realizan sobre la matanza y posterior asalto a mineros ocurrido el 19 de octubre en la carretera La Rinconada-Ananea.
Según consta en el documento, el hoy fallecido gerente Iván Torres Carcasi fue alertado de otro atentado contra su persona y sus propiedades; habría sido su empleado Yana Yanaque quien declaró que su compañero identificado como Erick Gárate le propuso participar de un asalto que pensaban hacer contra Iván Torres en las pampas de Ananea. Los hechos hablaron por sí solos el 19 de octubre, cuando unos 10 encapuchados acribillaron sin piedad al joven minero, a sus trabajadores, y se llevaron -otra vez- su oro. (Publicado en Correo 10/11/2012)