martes, noviembre 04, 2008

El Puno que queremos


Por: Hugo Supo


- ¡Aleluya!, tiene más de diez calles.
- ¿Y las llamas?

Hablaban dos pitucas excursionistas que venían de Arequipa. Obvio, era la primera vez que llegaban a Puno.

Viajaban al costado mío, en microbús barato, en medio de gentío de barrio, escuchando una canción de la Sociedad de Acomar, y con un cobrador despeinado que al parecer se había pasado de tragos, mientras los pasajeros subían y bajaban cada cierto kilómetro en la maltratada carretera Juliaca-Puno.

El despectivo comentario lo hicieron cuando el carro ingresó a la ciudad, y sólo cuando noté que esas palabras eran más de admiración que de decepción, me desanimé a intervenir para charlar con las anónimas. Claro está, quería defender a mi suelo.

Lo curioso es que al igual que ellas, hay mucha gente que desde lejos pone en su imaginario un Puno así: Con cabañas separadas de tramo a tramo, con un par de alpacas amarradas en el canchón, a la señora de la casa con pollera, y al caballero con arado en mano y su perro flaco ladrando cerca de él.

Sólo cuando pisan las calles de Puno se enteran que no es así. Y es que solamente conociéndola podemos quedar maravillados de su Titicaca, de su buena sazón en la comida, de las “discos”, del Museo Dreyer, del melancólico cerrito Huajsapata, de ese pasaje Lima por el que tantas y tantas veces –los que ya estamos aquí- seguiremos caminando…

También de su gente despreocupada que descansa en alguna banca del Parque Pino, de la clásica bronca entre los colegios carolinos fundados por Bolívar, del Torres Belón que nos acoge en cada Festividad de la Virgen Candelaria, de su universidades, del chaulla thimpo que venden en el mercado Bellavista, del calor con el que te atienden las salteñeras del jirón Arequipa, o el de las anticucheras madrugadoras del jirón Libertad.

Es imposible que cuando ya la hayas conocido no se te encoja el corazón al hablar de ella. Puno es así, lejos de esa imagen excluida que no las pusieron los capitalinos. Es una ciudad que tiene mucho que ofrecer.

Sin embargo, hay que ser concientes que tampoco es el paraíso. Nuestro Puno es así: Con vecinos hartos de los cortes de agua, de la mala atención en las instituciones, de las veredas rotas, de casas sin fachada concluida, de peleas entre políticos, de envidia barrial, de violaciones sin castigo, de comerciantes y transportistas desordenados, en fin, con todos los defectos que podamos notar. En casa siempre encontramos los peores desperfectos.

Más allá de ello, hoy para Puno el calor de su gente es vital. Lo apreciable de los visitantes primerizos es que siempre nos dejan buenos comentarios, como los de una familia española que hace unos meses fueron asaltados en el camino de Arequipa a Puno. A ellos no les quedaba nada, llegaron aquí, y la gente puso lo suyo para ayudar.

- Más que el de los ladrones, me llevo esta imagen de Puno, de lo buena de su gente. Dijo el ibérico cuando los periodistas lo entrevistamos.

Es necesario continuar en ese rumbo, que aquí no sólo encontremos lugares que visitar, sino gente con ganas de triunfar, de trabajar, de desarrollar, con personas líderes y pro activas; y con ambiciones de hacer a este Puno el motivo de nuestro orgullo.