Por: Hugo Supo
Es lunes en la ciudad de Juliaca, las
calles están abarrotadas, compradores van, vendedores vienen, el
ajetreo automatiza a la gente.
En la esquina formada por los jirones
Cahuide con Ramón Castilla se puede apreciar la silueta de dos
varones, el contraluz provocado por el sol mañanero, apenas refleja
las características de sus rostros, uno de ellos estira la mano,
quiere el servicio de una mototaxi, extender la mano hacia adelante
es el código universal para pedir transporte.
Ante el llamado, Luis Eduardo Apaza
Apaza (22) detiene su unidad móvil modelo “Torito”, los sujetos
le piden una carrera al grifo San Román -debía recorrer unos seis
kilómetros más o menos en un viaje de ida y vuelta, acepta sin
saber que es abordado por los socios de la muerte.
EL PLAN. Un día antes, en el cuartucho
de guardianía del grifo San Román, platicaban Willy Pacha Huanca y
Juan Jesús Córdova Quispe:
- Vamos a traer a un mototaxista, ¿qué
dices? Propuso Juan Jesús.
- Ya no quiero involucrarme más
chocherita. Respondió Willy.
- Ya pe, esta más y paramos, solo uno
más.
- No, nos pueden atrapar...
Willy se opuso a seguir matando, su
conciencia se había encargado de atormentarlo durante las noches, de
cuando en cuando, mientras intentaba dormir, su memoria le enrostraba
su crueldad. Las súplicas de las víctimas, el llanto de la
impotencia, los golpes descargados en cada cuerpo, la sangre
brotando de las bocas de los mototaxistas, los costales, las
soguillas, los periódicos mostrando fotografías de sus asesinatos,
el miedo de ser atrapado...Willy no podía estar en paz.
Fue Juan Jesús el que insistió hasta
convencer a su cómplice, por eso a la mañana siguiente, el lunes 2
de febrero, se dirigieron a la esquina Cahuide con Ramón Castilla.
Mientras viajaban en la parte trasera
de la mototaxi de Luis Eduardo, los asesinos ratificaron para sus
adentros: “Este más y no volvemos a hacerlo”.
LA MUERTE. Al llegar al servicentro,
Juan Jesús redundó la historieta, como en los anteriores casos,
pidió ayuda a Luis Eduardo para recoger unos paquetes dentro del
cuarto, fue él mismo quien guió al mototaxista, el maldito del
costal ingresó delante del muchacho, mientras Willy disimulaba
apartarse hacia la oficina de atención al cliente.
Al interior de la casita, Luis Eduardo
fue atacado por Juan Jesús, sabía que debía cogotearlo para
desvanecerlo, lo atacó con fuerza esperando no tener respuesta, pero
se equivocó.
A diferencia de los otros, Luis Eduardo
era más fornido, esa fuerza le permitió dar pelea, al sentirse en
peligro lanzó de un empujón a Juan Jesús, este fue levantado al
aire causándo desesperación en los asesinos porque todo se salía
de control.
Tuvo que intervenir Willy Pacha para
frenar la defensa.“La pelea habrá durado unos ocho minutos”,
confesaron los homicidas luego de su captura. Ciertamente, Luis
Eduardo fue el que más resistencia puso ante los “Malditos del
costal”.
Willy se había abalanzado contra Luis
Eduardo hasta tenerlo contra la pared, sus gruesos brazos lo
abrazaban por la cintura, luego lo cogió del cuello e hizo que el
propio peso del joven sirviera para tumbarlo. Juan Jesús ayudó
jalándolo de los pies hasta hacerlo caer, le metió varios puntapiés
para amarrarle de sus extremidades inferiores.
- ¡Pon tus manos en la espalda
carajo!, gritó eufórico Juan Jesús.
- Soy pobre, no me hagan nada, llévense
la moto, suplicó la víctima.
No hubo respuesta a los ruegos, o
diríamos más bien que la respuesta fue una ráfaga de patadas sobre
el estómago del caído, Luis Eduardo no tuvo más remedio que
obedecer, puso sus manos en la espalda y allí fue maniatado.
Al verlo indefenso, Juan Jesús cogió
la soguilla de siempre y lo puso en el cuello del mototaxista, Willy
hizo su trabajo inmediatamente y jaló con todas sus fuerzas hasta
que sintió la muerte en sus pies.
EL CUERPO. Cuando encostalaron el
cadáver, Juan Jesús propuso dejarlo en la salida a Puno, Willy no
estuvo de acuerdo.
- Si vamos a llevarlo en la mototaxi es
un peligro porque hay muchos operativos.
Entonces definieron dejar el costal de
yute en el quiosco del grifo, solo serían horas, hasta la madrugada,
cuando debían deshacerse del cuerpo en complicidad de la noche.
Aquel día, la mototaxi de Luis Eduardo
fue empeñada en una casa del parque El Cholo, el prestamista le dio
a Juan Jesús S/. 2000 nuevos soles por el vehículo.
En la madrugada del 3 de febrero, Willy
no quería correr riesgos, ya no tenían la mototaxi para transportar
el cadáver y optó por dejarlo a pocos metros del terrorífico
grifo. Apenas cargaron unos metros para adelante, hasta alcanzar un
pontón sobre la vía Juliaca-Arequipa.
Cuatro días después, el cuerpo de
Luis Eduardo fue hallado en medio del agua, en un saco color cartón,
al frente del grifo San Román, el mismo Willy Pacha observaba el
levantamiento en medio de los curiosos. (Continuará)