Por: Hugo Supo
No hay más oficio/profesión que
implique cierta dosis de rebeldía que el periodismo. Es inaceptable,
pues, que un periodista resulte siendo fantoche de los poderes
existentes en la sociedad, ergo, su labor debe de teñirse de coraje
en el día a día.
No es posible, por escribir de un tema,
la práctica del periodismo legalista -que pretende equipararse con
la abogacía-, aquel que por temor a llegar a los pasillos judiciales
renuncia a la consigna innata de decir la verdad por sobre todas las
cosas.
En el Perú actual, algún sector del
periodismo se esmera en no mostrarse incómodo al gobierno, sus
auspiciadores o empleadores. Craso error que la historia sabrá
juzgar, porque no hay nada más patético que el hombre de prensa
cómodo a los intereses del resto.
Para el periodismo cómodo será normal
la perversión de términos como “presunto”, pese a la existencia
de verdades innegables. Y entonces nos pasamos de presunción en
presunción, timoratos ante lo evidente y corroídos en el sistema.
¿Cuándo, entonces, es el momento de
llamar corruptos a los corruptos, ladrones a los ladrones, violadores
a los violadores, inútiles a los inútiles...?
En días como hoy 1 de octubre, Día
del Periodista, debemos de ser conscientes de que esta labor de
impacto histórico es de pocos, no para muchos está reservado el
honor de ser llamado periodista.
Pensando en ello, Federico More, el
inmortal paisano dijo en alguna oportunidad el siguiente texto: “el
periodismo es menos accesible que las profesiones liberales y
académicas, por lo mismo que, para ejercerlo, se requiere vocación
irresistible, fe profunda y entusiasmo siempre floreciente. Se es
periodista como se es rubio. Unos cuantos años de universidad bastan
ya para ser médico, abogado o ingeniero. Una vida no basta para ser
periodista. Acaso el periodista valga muy poco, quizá no valga nada,
pero es inimitable. Esclavo de las musas y del Arquero Apolo, siervo
del público y de la actualidad”. (Correo Puno-Juliaca 01/10/15
Foto: Internet)