Por: Hugo Supo
Mientras la Policía Nacional del Perú
(PNP), el Ministerio Público y el Poder Judicial no se fajen bien
para recuperar la tranquilidad pública y confianza ciudadana,
seguiremos siendo testigos de hechos como el ocurrido esta semana en
la Universidad Nacional del Altiplano.
No es cosa de todos los días ver a
universitarios ajusticiando a ladrones, al menos no lo es cuando
ocurre al interior del campus universitario.
Decíamos entonces que si el colectivo
de profesionales en formación reacciona como cualquier masa
enfurecida ante la impotencia de no lograr aleccionar a los
delincuentes, no podemos pedir mucho al resto de la sociedad.
Esta paliza popular nos prueba que la
universidad ha dejado de ser una isla para convertirse en un reflejo
de la sociedad, un espejo donde podemos observar en micro lo grande
que queremos solucionar los peruanos.
Aquí el pedido es que las
instituciones del Estado deberían hacer esfuerzos mayores para
asegurar la tranquilidad pública.
Y eso no se logra con operativos
policiales solamente, sino con todo un sistema articulado de lucha
contra la delincuencia, donde se involucre participación vecinal,
rapidez policial, pronta judicialización, sanción efectiva y
educación.
No obstante, el régimen de Ollanta
Humala ha puesto al frente de la lucha anticriminal a un buen policía
que gusta de asistir a los operativos contra pirañitas y a
conferencias de prensa, pero no lo que el país necesita.
La delincuencia avanza a pasos
agigantados en el altiplano, todos los días estamos informando sobre
asesinatos, violaciones y todo tipo de ilegalidades que asechan al
poblador de a pie.
La respuesta estatal es un simple
silencio, silencio que podría considerarse hasta cómplice.
Y entonces seguimos sembrando
desconfianza, mucha desconfianza. (Publicado en Correo Puno 13/11/14
Foto: Internet)