Por: Hugo Supo
Aunque el anuncio del proyecto Pasto
Grande II ha sido un desatino político que podría revivir
innecesariamente el conflicto puneño-moqueguano durante el gobierno
de Ollanta Humala, hay una verdad que nos deja el caso y no puede
dejar de decirse: si Puno no utiliza sus recursos -en este caso agua-
cualquier otro lo hará tarde o temprano.
En el año 2007 salió otra alharaca
por el pretendido trasvase de las aguas del río Desaguadero a favor
de un proyecto hídrico en Tacna; antes y después de ello, nos han
estado metiendo en la cabeza ideas tan absurdas como que Chile quiere
llevarse el Titicaca.
Algo que “vende mucho” para los
políticos pero que en realidad resulta un embuste, es aquello de que
“las guerras del futuro serán por el agua”, ¿en serio podemos
creer de que en el futuro habrá necesidad de crear guerras para
tener ventaja sobre el enemigo? Chile no necesita comprar el
Titicaca, pues hace tiempo que ha empezado a instalar sus
piscigranjas en sus aguas y seguramente desarrolla otros proyectos
ya. Dicho de otra forma, hace mucho que perdemos las batallas del
futuro.
Así, lo de nosotros los puneños es
algo trágico, creyendo proteger el agua como si fuera un gran tesoro
que nos asegurará el futuro frente al resto del mundo. Mentira. Está
comprobado que los países que más han reducido su pobreza son
aquellos que han dejado de vivir de sus recursos naturales.
El hecho de tener agua dulce en
abundancia debería ser una ventaja para desarrollar otras
potencialidades para nuestra población, pero paradógicamente nada
sabemos hacer con este recurso que “gozamos” en la varias cuencas
del altiplano y amazonía puneña.
Ultimamente los dirigentes
(autoridades, sindicalistas, directivos o empresarios) de pensamiento
retrógrado han puesto como principal argumento de su oposición a
los proyectos mineros, hidroeléctricos, etcétera; la protección
del agua. En contraparte, nada han planteado como alternativa y nos
han estado repitiendo de que la solución radica en un “cambio del
modelo económico del capitalismo salvaje” y que la culpa de
nuestra pobreza es del resto.
Cabe aqui preguntarse ¿proteger el
agua de quién y para qué?, ¿las potencias mundiales están tras
nuestros recursos? Claro que sí, pero ¿y entonces qué hacemos con
el agua?, ¿estamos protegiendolo para levantar un monumento y cierto
día declararnos capital mundial del agua dulce?, ¿estaremos bien
entonces?
Hay una verdad dolorosa que hay que
empezar a reflexionar: aunque Puno (vale lo propio para el Perú)
tuviera las reservas de recursos naturales más grandes del planeta,
en las actuales condiciones nada sabriamos hacer con éstas.
Por eso la necesidad de regresar el
debate al tema educación. Quedamos pasmados cuando nuestros niñas y
niños aparecen últimos en la evaluación censal del Ministerio de
Educación, cuando con envidia observamos -que a diferencia de
vecinos departamentos- nuestras universidades ni aparecen en los
mapas de competividad, o cuando el Gobierno Regional ha bajado
escandalosamente la inversión en educación en los últimos siete
años (ver Correo Puno 26/07/12). Pero nada más hemos hecho, es la
verdad.
Agitamos y queremos incendiar la
pradera por “nuestra agua”, aunque lastimosamente no tenemos idea
de qué vamos a hacer con ella. Es de suponer que a eso se habrá
referido Alan García cuando escribió el conocido artículo El Perro
del Hortelano.
Además, es un sinsentido luchar por
los recursos naturales cuando éstos no nos asegurarán en la ruta
del crecimiento. El camino es la innovación, investigación y una
férrea apuesta por la competitividad.
Como diría Andrés Oppenheimer en uno
de sus escritos, parece que estamos perdiendo demasiado tiempo en
discutir el cambio del modelo económico en perjuicio del cómo
mejorar nuestros niveles educativos. (Publicado en Correo Puno 03/08/12)