miércoles, agosto 12, 2020

Reconectar la universidad (*)

Por: Hugo Supo

Media docena de años han transcurrido desde la promulgación de la Ley Nº 30220, la Nueva Ley Universitaria, que categorizó a la universidad peruana como la institución “fundamental del desarrollo nacional, de la investigación y de la cultura” (Art. 1). Al menos en intenciones, el nuevo marco legal procura reconectar la universidad con la realidad nacional, del cual estuvo divorciada por mucho tiempo, escudándose en la caduca “autonomía universitaria”.

Pues bien, más de un quinquenio es suficiente para dirigir nuestra mirada a esta institución y ver sus aportes en el sentido que la ley manda; es decir, aportes al desarrollo nacional, la investigación y la cultura. 

Aunque particularmente en Puno, los problemas de hace cinco años siguen siendo los mismos y en algunos casos más agudos que antes.

Ejemplos sobran: contaminación ambiental, corrupción, ausencia de inversión, economía informal, descapitalización del campo, escasez de agua, energía con alto costo, ausencia de industria, violencia familiar, etcétera.

Entonces, la institución universitaria todavía no parece ser el tránsito a la solución de dichos problemas; por ahora, sus autoridades están concentradas en asuntos internos de acreditación y/o licenciamiento, que no es otra cosa que la formalización de su funcionamiento bajo mínimos requisitos.

¿Cuándo-entonces- la universidad empezará a liderar el desarrollo de la sociedad? Cuando sus integrantes comprendan la trascendencia de esta institución y la encaminen hacia esos senderos.

Cuando se entienda la importancia de pasar de una universidad de modelo napoleónico-español (la universidad que forma trabajadores) al paradigma alemán (la universidad como una corporación al servicio de la ciencia, que no se limita a un mero canal de transmisión de conocimientos, sino un motor que hace avanzar la ciencia).

El cambio de paradigmas implicará no solo acreditaciones o licenciamientos, sino currículas acordes a las necesidades de la sociedad actual. Requerimos institucionalizar la investigación desde el primer día de clases, hasta convertirla en el alma universitaria.

El estudiante debería de aprender participando en las investigaciones planteadas por otros estudiantes, catedráticos y la misma sociedad. No más pasividad educativa.

A ello debieran sumarse nuevos pensamientos epistémicos que revaloren lo profundo de nuestras culturas, nuevas metodologías para hacer ciencia y nuevos investigadores a quienes inquiete la compleja realidad local y universal.

Otra barrera a romper son las investigaciones unidisciplinarias, ahora que entendemos la complejidad de los problemas, estos no pueden estar reducidos a una sola mirada. Las multidisciplinariedad ya es una política universitaria en otras partes del mundo.

A todo esto, a los gobiernos locales y regionales les toca invertir en nuestra ciencia, que el canon minero sea dirigido a financiar investigaciones e investigadores.

Pero no solo se trata de redirigir los presupuestos, sino plantear la problemática que genere nuevas betas de investigación, ya sea en ciencias puras, aplicadas o sociales.

Qué bien caería, por poner un ejemplo, que el Gobierno Regional en alianza con las universidades licenciadas convoque a los investigadores locales planteando sus principales problemas, que además ya están identificados en los diagnósticos del Plan de Desarrollo Concertado y otros instrumentos de gestión. Allí hay grandes oportunidades para la ciencia y el desarrollo de nuestra sociedad.

La creciente contaminación ambiental encontrará soluciones cuando los universitarios nos muestren las causas y nos encaminen a propuestas viables de sostenibilidad. Ninguna fórmula importada podría calzar mejor.

La medicina tradicional es un gran reto para los médicos y estudiosos de la biología. Ni siquiera hay que empezar de cero, basta con hacer un recorrido por las comunidades y registrar los saberes previos, que serán el insumo principal para generar modos de vida saludable.

Y si se trata de recursos minerales, la próxima meta de la universidad tendría que ser generar fórmulas para industrializar el litio de Macusani y otras riquezas que yacen bajo los suelos. Veamos a Bolivia, que neutralizados a falta de patentes, tuvo que generar un Instituto del Litio en Potosí.

Incluso la investigación debería tener una tesis respecto a la dinámica social y de gobierno en la comunidad campesina, a propósito de que esta es nuestra raíz cultural. Saber, en base a ello, si es realmente posible insertar políticas comunales en el Estado moderno o se trata de puro cuento reinvindicativo.

En fin, hay tanto temas como potenciales investigadores en esta parte del país. No escribimos por intuición, sino porque así se plantea en la Visión a 2021 del Gobierno Regional de Puno, donde, parafraseamos, que hemos afirmado identidad y nos desarrollamos en interculturalidad, que manejamos sosteniblemente los recursos, que accedemos a la ciencia, generamos economía y nuestra administración es moderna, transparente y democrática.

Que la universidad peruana (puneña en particular) sea verdaderamente el faro que guie el proceso refundacionista del Perú, tan necesario y trascendente que la historia lo sabrá reconocer.

(*) Colaboración para la revista Xullaca de la UNAJ, julio-setiembre de 2020