Por: Hugo Supo
El Perú pasa por un momento sombrío,
con una élite dirigencial incapaz de responder al llamado de la
sociedad que grita por el cambio y la justicia. Los paradigmas
(izquiedas y derechas) han decepcionado y nadie parece confiar en
nadie.
Es el momento, pues, de dar señales de
luz, de proponer caminos a la regeneración de nuestros pueblos.
Es allí cuando reencontramos a lo
andino como alternativa, el último censo ha sido contundente en
Puno: 90% de la población se ha definido entre quechua o aimara
(identidad), a eso hay que complementar con un proceso migracional
que -seguros estamos- seguirá cambiando estructuras. ¿Y qué cosa
es ser andino, principistamente hablando? He aquí cuatro principios:
Dualidad: para el hombre andino o
amazónico es una premisa base de todo lo que existe, sin el otro no
podríamos reconocernos o distinguirnos individual o colectivamente,
tampoco podríamos identificar lo diverso. Tiene que haber dos para
regenerar la vida, dos para dialogar y así.
Chacha – warmi: establece un inicio
de vida en complementariedad, tiene que haber dos para regenerar la
vida sea animal o vegetal; pero también se concibe como el uno del
otro complementario como el día y la noche, somos complementos y no
contrarios. La relacionalidad es básicamente la expresión del
respeto, el pedir permiso (ch’alla) ante cualquier situación
evidencia el respeto por el otro, sea una relación humana o no, el
respeto a todo ser vivo y animado.
Complementariedad: es predisposición,
de servicio, responsabilidad, de ser elemento complementario para
consolidar el propósito, aquí se involucra los valores sistémicos.
Equilibrio: también llamada armonía,
es un estado de convivencia equivalente y equitativa constante. El
“vivir bien” propone establecer un modelo de vida sin alterar
nuestro entorno de manera catastrófica, por el contrario
adaptándonos al entorno y a la vida. (Correo Puno Juliaca 25/10/18
Foto: Difusión)