Por: Hugo Supo
Seguimos siendo puneños después de estas elecciones. Se
acabó la guerra sucia. Ya fue el fraccionamiento. Se terminó la demagogia y la
incertidumbre. Las cifras están claras para interpretar el mensaje de la
ciudadanía.
Muchos analistas locales se esmeran en leer estos
resultados, aunque la mayoría se hace de la vista gorda para reconocer que el
radicalismo tiene un techo chato, insuficiente para tentar, por sí solo, el
poder departamental.
El exviceministro de Interculturalidad, Paulo Vilca, lo
resumía bien en una reciente columna publicada en Correo: para ganar las
elecciones no es suficiente ser aimara, tampoco ser juliaqueño, son buenos
puntos de partida, qué duda cabe, pero los políticos requieren posiciones más
trascendentes para alcanzar verdadero liderazgo.
Walter Aduviri ha representado el discurso contestatario
radical en esta contienda, la gente le ha dicho que no.
Esa mirada de resistencia crea odios y los puneños ya
estamos hartos de odiar, nada bueno nos ha traído.
Aquí ya no necesitamos resistir, hace rato que estamos en
avanzada, por decirlo menos, somos gran fuerza electoral en departamentos
vecinos.
Empero nadie se atreve a liderar el proceso de expansión
del altiplano, no se hará con la resistencia aduvirista y, siendo sinceros, tampoco con el conformismo de Juan Luque.
La elección de Luque es sobre todo la expresión de esa
mayoría silenciosa, aparentemente desinteresada y asqueada del quehacer
político, que no está dispuesta a seguir en el camino equivocado.
Pero que no confunda el exrector de la Universidad
Andina, que mire las cifras, su votación (a
boca de urna) apenas puede soñar con alcanzar el 50%, es un claro
mensaje que tampoco es el líder que esta tierra requiere, por lo pronto su
encargo es la correcta administración, mientras las nuevas generaciones se
preparan para dar saltos más grandes. (Publicado en Correo Puno 08/12/14 Foto:
Correo)