Por: Hugo Supo
Quienes hemos tenido a la muerte cerca
de nuestros seres queridos, sabemos bien que esas despedidas
-dolorosas para la familia- suelen mezclarse con las ansias de
figuretismo de quienes no son necesariamente amigos del difunto.
“Cuando la hipocresía comienza a ser
de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad”, decía
Bertolt Brecht para referirse a estos asuntos. Muy bien pues, vamos a
dejarnos de cucufaterías.
Hay quienes suponen que el óbito de
Javier Diez Canseco servirá para mitificarlo, llenarlo de glorias y,
quién sabe, hasta insinuarlo como santo, como si la muerte fuera un
borrón y cuenta nueva a los hechos terrenos, como si la inexistencia
física trazara nuevamente la historia de nuestras vidas.
No nos extraña. Son esos mismos que de
pasadita también buscan salpicarse con el agua bendita que ahora le
echan al líder del movimiento socialista; aunque en realidad poco le
ha de importar a él, los miles de mensajitos cursis y palabras fofas
que le dedican -los que incluso se declaran sus admiradores- desde
sus cuentas de Facebook y Twitter.
¿Qué debería representar JDC para
los puneños? No mucho. Pero lo que sí debe quedar claro es que Diez
Canseco fue el mentor de ese grupo que se ha dedicado a retrasar este
departamento en nombre de sus “ideales”, llegando a sabotear la
construcción de la Carretera Transoceánica hace ya más de 30 años
y la explotación del gas de Camisea (con beneficio para todo el sur)
casi por el mismo tiempo.
Son los que hoy, escudados en discursos
antimineros y ambientalistas, no tienen ningún reparo para negociar
candidaturas, financiamientos de sus ONG y cualquier tipo de
repartija que puedan aprovechar.
No nos equivoquemos, son esos mismos
que han negado al pueblo puneño sus amplias posibilidades de
desarrollo en complicidad con la empleocracia local y mercantilistas
capitalinos. “Idealistas” cultivados en las aulas de sociología,
derecho y educación que en estos días se dedican a saquear
municipalidades, el Gobierno Regional y otras oficinas más concretas
como el PELT.
JDC era pues el líder de esta gente,
amiga de Rosa Mavila, a quien no la olvidamos declarando en Buenos
Días Perú, en el año 2011, para decir que los delincuentes más
rankeados del país deberían ser enviados a Puno y aquí construirse
más cárceles para castigarlos.
Así piensan Mavila y sus amigos
izquierdistas nacidos en Miraflores, son una suerte de ese Vargas
Llosa jovenzuelo que, en “Pantaleón y las visitadoras”, eternizó
al Altiplano con el mismo concepto discriminatorio y menospreciante.
Son los abanderados de la verdad y la
moral, esos que reclaman tolerancia para sus ideas y actos, pero que,
cuando se trata de cualquier otro que no sucumbe a sus pensamientos,
son feroces acusadores por corrupción y traición al pueblo.
Ese es el pensamiento que JDC
representaba, con su izquierda pituca que se perenniza en la
burocracia predicando las cifras de la pobreza, que habla del obrero,
del campesino y los más necesitados, pero que no sabe de hambre ni
de miseria material.
¿Hoy glorifican a JDC?, así parece,
construyen la fábula y le juran seguir su ejemplo, levantan el puño
izquierdo mientras estiran la mano derecha para recibir su parte;
ignorando que el pueblo ya sabe que la justicia, la democracia y libertad
no son principios que les pertenecen.
Y no. No hay que ser hipócritas ante
un muerto, porque un muerto preferirá mil veces una crítica sincera
antes que ese mar de lágrimas falsas que hoy le lloran como
magdalenas. (Publicado en Correo Puno 6/05/13 )