Por: Hugo Supo
El avance de la tecnología, de especial manera en las
comunicaciones, ha cambiado la sociedad, o el modo de verla diríamos más bien.
En nuestra época, las personas vivimos en un contexto que
nos forma dos percepciones subjetivas del tiempo: una primera es la cronológica
basada en el reloj, la cual podemos ciertamente medir, observar e incluso ver
en el movimiento de manecillas en el sentido solar.
La otra es una abstracción
como resultante de la revolución de la electrónica y su uso para procesar la información,
este tiempo se resume en el funcionamiento de las computadoras, nos recuerda Jesús
Octavio Elizondo Martínez en su artículo "El individuo ante el tiempo
atemporal" (1).
Trasladadas al análisis de la sociedad, podemos decir que los
espacios y la realidad distintos permiten hoy en día determinar un tiempo
propio para cada quien. No es igual el tiempo de un campesino que ara la tierra
en base a la luz solar, o la de un ejecutivo tomando decisiones en una elegante
cena de algún restaurante miraflorino en Lima.
Es pues tiempo diferente lo de Lima a lo vivido en las
comunidades de la altiplanicie peruana, ergo, también lo son las aspiraciones,
modos de vida, percepciones, decisiones y más de sus habitantes.
Elizondo Martínez afirma que "hemos creado un entorno
temporal artificial basado en artefactos mecánicos e impulsos electrónicos que
han creado un plano temporal cuantitativo, eficiente, rápido y predecible. En
el espacio de los flujos en red no parece haber finales, cuando alcanzamos un
fin ya hay otro por conseguir, no hay límites, siempre hay algo más por hacer,
siempre se puede ganar más dinero, ahorrar más, comprar más cosas, viajar más
rápido e ir más lejos, y así, sin fin" (2).
Lo que hay que tener en cuenta es que la influencia de esta nueva visión del tiempo tiene brechas, las cuales se manifiestan de acuerdo al
alcance de la tecnología.
En el caso peruano las diferencias entre la población son
tantas que es difícil encontrar nodos que
expliquen a los grupos ubicados en los
extremos (por ejemplo los que acceden a tecnología de punta y los que
simplemente están lejos de ello) acerca del comportamiento de cada cual.
En condiciones así, resulta complicado lograr un flujo de
diálogo entre diferentes sectores sociales, lo que, obviamente, genera
conflictos de desentendimiento.
Para desarrollar mejor la idea podemos citar algunos videos
observados para el presente artículo.
Aquí advertimos la existencia de una sociedad del estrés,
como cuando Chaplin parodia al humano como simple pieza de un proceso de
producción robotizado que lo deshumaniza.
El tiempo para el obrero Chaplin ha llegado a cansarlo al
extremo de la paranoia, no así para el directivo de la factoría donde se
desarrollan los hechos.
Es explícito cuando el jefe ordena aumentar la velocidad de
la producción, para lo cual ni siquiera ha tenido la necesidad de trasladarse a
la planta, sino atenerse en la comunicación virtual. Tampoco esclarece la razón
del incremento en la velocidad de producción dicho sea de paso.
En el siguiente video referido al espacio de flujos
confirmamos la automatización de las acciones humanas.
La producción en escala de animales de granja se ha
transformado curiosamente a algo que ni por asomo se asemeja a una granja. El
hombre siempre quiere más, no pareciera haber remedio para ello.
Otra vez, el
tiempo es distinto para el que está en la élite y para el empleado. Vivimos en
diferentes tiempos no hay duda.
En la llamada sociedad de la información, con sus
respectivos flujos, lo que falta identificar y profundizar en el caso nuestro,
es lo que Manuel Castells (3) supone una segunda capa del flujo de información,
es decir los nodos que conecten entre la primera y la tercera, a los que hemos
llamado extremos en la sociedad.
Los tiempos distintos nos generan sociedades distintas en un
mismo espacio, así estamos viviendo, en
una sociedad de la información que no termina por comunicarse.