jueves, diciembre 22, 2016

Wancho Lima

Por: Hugo Supo

La currícula escolar debería de enfatizar en la enseñanza de hechos históricos regionales de trascendencia. Hay mucho puneño extraviado cuando de hablar de historia se trata. Y qué bien calza aquí aquella frase de “Pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”.
Uno de los pasajes más importantes del siglo pasado son los sucesos de Wancho Lima (Huancané), capital de un proyecto autonomista engendrado por los anarco-sindialistas de los años veinte y campesinos aimaras liderados por Carlos Condonera.
Es trascendente porque la de Wancho Lima -a diferencia de otras- fue una revolución constructiva, es decir, que más que destruir al opresor, se ha buscado el nacimiento de la República Aimara Tahuantinsuyana, un nuevo orden, alternativo y justo para la sociedad indígena, en ese entonces invisible para la república costeña gobernada por Augusto Leguia.
Asimismo, los líderes constructores de Wancho Lima habían priorizado la educación como el camino a la liberación. He ahí la razón por la que fundaron escuelas clandestinas en sus propias casas, a costa del acoso y vendeta del misti.
No es menos importante el despojo del “qatu” a los hacendados de Huancané; la lucha económica no significó la negación del mercado, por el contrario, fue la no provisión a los mistis, para acercar los bienes y servicios a los propios indígenas.
Al final, la matanza ocurrida el 16 de diciembre de 1923 en las comunidades es señal de que el camino optado por los indígenas había despertado un desesperado celo entre los hacendados explotadores.
Quizás el error fue la inocencia dirigencial de creer en el utópico proyecto republicano y la lírica benevolencia de los indigenistas capitalinos de entonces.
¡Cuánto por aprender nos queda de Wancho Lima y el proceso revolucionario que los aimaras nos han heredado! Y deberíamos de estudiarlo, no para lamentarlo, sino para persistir en la idea de construir. (Correo Puno Juliaca 22/12/16 Foto: Difusión)