Por: Hugo Supo
La carrera electoral es una pugna feroz
e incesante, los políticos están siempre en competencia, no importa
que ayer hayan sido elecciones, nuestros caudillos saben que no hay
que detenerse, que la campaña no ha terminado ni lo hará. Que hay
que prometer, sonreír y saludar con el brazo levantado.
Por eso mentir es fácil para los
políticos, por lo menos de una inmensa mayoría, todos ellos se han
acostumbrado a vivir en una eterna carrera que los condena a estar
pensando siempre y antes que nada en el voto.
En esa lógica, todo lo que hacen los
políticos está computado, ¿no se han fijado en el “animal
político” más prominente de la historia peruana reciente? Alan
García pareciera calcular hasta en el modo de llevarse una
servilleta a la boca; se ha convertido en algo irreal, inhumano, un
robot.
Estos políticos son instrumentos de
sus propias ambiciones, unos con más tino que otros, han
desarrollado el sentido de la oportunidad y nunca desaprovechan para
hacerse notar en cualquier asunto que implique ganar un simpatizante.
Eso le pasa al excongresista puneño
Yonhy Lescano, el acciopopulista que sueña con ser candidato a la
Presidencia del Perú, y como tal, trabaja incansablemente para
marketear su nombre y rostro.
Hay que confesar que Lescano ha
parecido siempre simpático y oportuno ante el reclamo de cualquier
sector de la población, pero he ahí precisamente el motivo de la
desconfianza que debería implicar este personaje.
Lescano es peligrosamente indefinido.
Va a donde la corriente lo lleva. Lo ha demostrado muchas veces.
Desde el conflicto ilaveño del 2004, que culminó con el asesinato
del alcalde Cirilo Robles. O como cuando entre sus propuestas de
campaña decía en el año 2010 que se opondría al proyecto
hidroeléctrico Inambari, pero ¿acaso es posible que la oposición a
algo sea una propuesta sería? No hay duda de que hablaba aturdido
por el olor de la masa.
También cuando se convirtió en
protector del mal recordado Walter Aduviri haciendo berrinche en el
set de Panamericana Televisión, mientras callaba la otra verdad; esa
que sufre el pueblo de Huacullani al habérsele castrado en la
posibilidad de negociar un mejor destino con la minería.
Peor cuando se apareció en el primer
operativo (fracasado) de La Parada en Lima, y del cual fue echado por
los propios comerciantes al ser tildado de oportunista.
Más triste fue su intervención en la
Comisión de Fiscalización, primero votando a favor del blindaje a
Toledo, y un par de días después cambiando de posición, hasta
exigir que el mismo Parlamento apruebe la investigación contra su
aliado.
Así es Lescano, un tipo al que le
encanta aparecerse en cualquier toma de local, bloqueo de puente o
alguna pachotada que se convoque por algún hijo de vecino.
La semana pasada fue un capítulo más
de ese afán figuretista, al enterarse de que los trabajadores
estatales habían convocado a un paro de 48 horas, fue inmediatamente
a decir que la Ley de Servicio Civil no puede pasar porque es
inconstitucional.
No se puede hacer política así,
arrastrados por la coyuntura, y sobre todo para un congresista, que
no solo está para defender a grupos que protestan, sino, por encima
de todo, defender los intereses de la población, de ese Perú que
-por ejemplo- pide a gritos avanzar en la reforma de la
administración del Estado que ahora está secuestrada por la
empleocracia. (Publicado en Correo Puno 03/06/13)