domingo, diciembre 03, 2006

El minero errante


Por: Hugo Supo

Supongo yo, que nació predestinado a ser lo que es, no le pregunté por su nombre, pese a haber charlado buen rato mientras el bus nos devolvía a casa. Una vez llegado al informal paradero de Juliaca, se bajó antes de yo y desapareció en medio de la multitud.

En realidad, fuimos nosotros los que subimos a medio camino luego de un trabajo periodístico que había concretado junto a mis tres compañeros en Putina (cerca de las zonas mineras de Ananea y La Rinconada). El día se acaba y era necesario regresar.

A nuestro colaborador en ese pueblo se le olvidó informarnos que había servicio de transporte sólo hasta el medio día, en especial los sábados, como era esa tarde. No había remedio, teníamos que retornar.

Se requiere más de tres horas en carretera de trocha para llegar a Juliaca, la ciudad comercial más importante de Puno. Junto a nosotros, viajaban sentados –porque nosotros no- comerciantes, mineros, familias enteras que provenían de la selva. Aunque en realidad eran migrantes de la sierra que ahora se terminaron por asentarse en la ceja de selva.

- Es usted periodista, me dijo.
- Pues si, vengo con mis compañeros.
- Yo trabajo en las minas…

Bajo de estatura, de pómulos ensanchados, canela quemado por el sol de la puna, un gorro deportivo le cubría la maltratada cabellera, quizás por los químicos que utiliza en las minas donde dice laborar. Sus gruesas y callosas manos lo sostenían de una varilla en bus camión. - Estamos viajando desde la madrugada, dijo, como buscando conversación y medio emocionado por la velocidad.

Cuando un hombre deja la familia, lo deja todo; los sinsabores, las peleas, las sonrisas, los perdones, los regaños, los lengüetazos del perro familiar, las pasajeras miradas de rencor con papá o mamá….mi ocasional compañero de viaje había vivido la experiencia. Era un errante optimista.

- No fue en vano, mencionó.

He recorrido del norte al sur y en viceversa. Que maravilla…no hay nada mejor que conocer nuestra tierra, decía sin saber exactamente cual será su futura aventura e intentando lograr alguna envidia.

Me habló de las minas de Potosí, de Cerro Verde, Pasco, Yanacocha y unas cuantas más que ya no recuerdo. Habló de sus aventuras, de sus ingratitudes, como si en el corto viaje quisiera lograr un desahogo con este desconocido para que nadie más se de por enterado.

Para hombres como yo siempre hay trabajo, cómo se queja el resto, me dijo, un poco orgulloso y otro tanto resignado por su destino. Como queriéndome hacer entender que no fue la cruda realidad que lo obligó a ser asi, sino su propia voluntad. Aunque seguro estoy que no fue así.

Había liderado grandes exploraciones mineras, hace dos días, según dijo logró descubrir una nueva beta de oro en algún distrito de la selva puneña. Su vida fue sin duda toda una experiencia, una vida entre lo simple y complicado.

En el Perú, habemos gente de ese tipo. Reacios a la vida, buscamos lo que quizás nunca encontremos, a veces seguimos el rumbo de una huella que nos llevará a un lugar en donde dejaremos la existencia y tal vez nadie se entere.