domingo, febrero 28, 2010

La selva, tierra de nadie

Por: Hugo Supo

Son las tres de la tarde, es sábado 20 de febrero y aunque el sol no aflora el calor es terrible en Lechemayo. En las afueras del pueblo, en el contorno del campamento de avanzada que instaló hace pocas semanas la empresa INTERSUR (construye la carretera Interoceánica) se oyen detonaciones, son disparos de bala. Cuando el administrador del recinto, Luis Ángel Márquez, sale de su oficina, constata que las balas han dejado perforaciones en la caseta de vigilancia. Pero el peligro no ha pasado, hay más estallidos, la seguridad del campamento responde haciendo tiros al aire, se logra divisar a un tipo disparando de entre los matorrales, éste escapa ante la respuesta de la empresa, los de seguridad están dispuestos a seguirlo, empero no tienen más municiones. El campamento entero entra en zozobra por el inusual hecho.

El episodio que narramos al inicio de este reportaje es uno de los últimos hechos acontecidos en el centro poblado de Lechemayo (San Gabán-Carabaya). Antes y después hubo una seguidilla de actos que hoy por hoy mantiene en vilo a las autoridades y población de la zona, todas ellas sumidas en la desesperación por la ausencia del Estado.

La verdad es que el miedo ya ronda buen tiempo en este poblado de la selva puneña, según el juez de paz, Walter Zurco Jiménez, todo empezó con la extraña desaparición de una familia completa el pasado 16 de enero, nadie sabe ella, nadie la ha visto, algunos rumorean que sus integrantes podrían estar en otros lados, pero no hay pruebas de esas existencias, es como si la tierra se los hubiera tragado.

Efectivamente, según el informe Nº 02-2010-P-J/JPUNL-C de fecha 20 de enero del 2010 en Lechemayo están no habidos las siguientes personas: Mario Concepción Cutipa Ramos (41), Loyola Ahumada Ccopa (38) Bersabeth Cutipa Ahumada (19) y el niño de nombre Gabriel Díaz Cutipa (1), todos conformantes de una sola familia.

El único que quedó es el joven Ronald Díaz Rojas (23), esposo de Bersabeth, padre de Gabriel y yerno de los esposos Mario y Loyola, quien asume que el responsable de la inexplicable desaparición sería el señor Willy Herrera Bazán (32) alias “Flaco”, al parecer líder de una banda delincuencial y quien según versiones de la propia población estaría estrechamente vinculado al narcotráfico.

En el informe del juez Zurco se señala que las sospechas incrementaron porque “El Flaco” huyó de Lechemayo al día siguiente de la desaparición de la familia, al parecer rumbo a Mazuco (Madre de Dios). Lo cierto es que nadie –hasta el momento- da respuesta sobre este misterio.

A ese respecto, el fiscal de Macusani Franz Arce Medina, afirma que su institución no está a cargo de las investigaciones, sino la Policía Nacional del Perú (PNP), la autoridad dice que la Comisaria de Macusani no tiene potestad para investigar el caso, sino la de Azángaro o Juliaca.

En Azángaro, la Policía descarta tener conocimiento del caso o no quieren atenerlo, según el fiscal Arce el caso fue transferido el 21 de enero bajo oficio Nº 017-2010, pero la Policía no da referencias. De esa manera, no hay entidad estatal que quiera responder y acudir ante este poblado ¿acaso la exclusión social podría llegar a ser tan cruel?

En todo el valle del rio Inambari, incluso más aquí, desde Macusani hasta llegar a Mazuco no hay presencia policial, la única garantía de justicia y seguridad son las Rondas Campesinas, pero también éstas vienen siendo amendrentadas.

AUTORIDADES AMENAZADAS

El día apenas empezó en Lechemayo, es martes 23 de febrero, el juez de paz Walter Zurco despertó con ánimos de trabajar, “será un buen día” piensa don Walter para sus adentros, sale de casa, se dirige por la carretera que también sirve de única avenida para su pueblo, va hacia el otro lado del puente Lechemayo Chico, quiere hacer pequeñas compras, pero como de la nada aparece el “Flaco”, le da jalones y quiere encañonarlo con un arma “hechizo” que hizo tornear en Arequipa, lo amenaza groseramente, a él y a su familia, quiere golpearlo. Felizmente, algunos vecinos interrumpen la gresca, piden calma a los dos, apartan al “Flaco” de don Walter, los ánimos se alteran un poco más.

En medio de la tensión el “Flaco” aprovecha para amenazar también a otras personas, lo hace con los ronderos, los vecinos y hasta con la enfermera del Puesto de Salud. “Estaba borracho” afirma Lourdes Mamani, quien desde hace pocos meses cumple las labores de enfermera en Lechemayo, ella tiene miedo y si bien no acusa directamente a Willy Bazán de los hechos de violencia que están ocurriendo es consciente de que podría ser él junto a su banda; por eso pide garantías para su vida y la de sus compañeros. La mañana del martes tuvo que dejar de trabajar para sentirse más tranquila, lo mismo pasó con el juez.

Ese mismo martes, pero más temprano también fue amenazado el presidente de las Rondas Campesinas de Lechemayo, Javier Ricaldi, éste fue encañonado por el “Flaco”, fue agredido y por supuesto, la preocupación ha crecido ante esta ola de amedrentamientos. Es como si una sola persona –valiéndose de un arma de fuego- convierte a Lechemayo en tierra de nadie.

Eustalin Yanqui, presidente de las Rondas Campesinas del distrito de San Gabán, afirma que a pesar de las amenazas que también viene sufriendo no tiene miedo, ésta dispuesto a enfrentarlo, pero pide atención de las autoridades policiales para pacificar este pueblo. “Antes no habían estos problemas”, señala.

Precisamente, los ronderos liderados por Eustalin Yanqui se entrevistaron con los representantes de la empresa INTERSUR para pedirle apoyo ante este preocupante panorama. Las Rondas Campesinas saben que solamente organizados podrán enfrentar bien este problema, INTERSUR debe apoyar estas iniciativas porque también corre peligro, sólo recordar el ataque que sufrió su campamento el pasado 20 de febrero justifica esa razón.

El administrador del campamento de avanzada de INTERSUR en Lechemayo, Luis Ángel Márquez, señala que vienen incrementando la seguridad en ese recinto, si bien el servicio está tercerizado por la empresa ASPER S.R.L. les preocupa la falta de municiones y hasta de chalecos antibalas para los guardianes. Todo hace indicar que este detalle ni siquiera es conocido por las autoridades del Ministerio de Trabajo.

Incluso después del ataque, en el campamento de de INTERSUR se puede ver al personal de seguridad portando grandes armas, dispuestos a cumplir con lo suyo, pero el peligro es grande, pues ni siquiera podrían resistir un ataque de verdad por no contar con chalecos antibalas ni las suficientes balas.

El juez Walter Zurco ha recibido la exigencia de su esposa: “debe renunciar”, y en realidad no hay quién pueda hacerle frente a la banda del “Flaco”, por eso es que este pueblo pide a gritos la presencia del Estado, policías y el Ministerio Público, esa es su solicitud concreta.

Mientras tanto, la Policía Nacional del Perú acudió a Lechemayo el pasado fin de semana, pero solamente lo hizo tras el pedido de INTERSUR y no ha vuelto a regresar otra vez, en aquella ocasión el pueblo mismo demostró miedo y se tuvo que armar una especie de consulta popular secreta para delatar a los presuntos responsables de la zozobra, entre varios nombres resaltó precisamente el de Willy Herrera Bazán.

¿Y QUIÉN ES EL “FLACO”?

Según versión de algunos moradores, Herrera defiende su inocencia y asegura que no tiene nada que ver con la desaparición de la familia Cutipa Ahumada, por eso tiene animadversión con el juez, las rondas y toda autoridad de la zona, “considera él que no deben acusarlo y odia a todo aquel que lo hace”, nos dice una dama de la zona.

En los datos del Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (RENIEC) aparece la ficha de Willy Herrera Bazán, ahí indica que nació el 24 de junio de 1978, es natural del distrito de Monzón, departamento de Huánuco y actualmente es omiso a elecciones. Además, es soltero, tiene como grado de instrucción el haber concluido sus estudios secundarios.

En Lechemayo casi nadie sabe dar explicación de lo que hace, han escuchado decir que tiene una chacra, pero no hay testigos de ello, sólo se rumorea fuertemente que está metido en las malas mañas de la red de narcotráfico.

FORTALECIMIENTO DEL NARCOTRÁFICO

No solamente Lechemayo, sino todo el distrito de San Gabán continúa figurando en el mapa de producción cocalera en el Perú, incluso después del proceso de erradicación de los cultivos de hoja de coca que se realizó en los años 2004 y 2005, la producción persiste e incluso se habría incrementado.

No hay información real si la producción de droga se hace en el mismo San Gabán, lo que se sabe es que casi todo se trasladó a la provincia de Sandia después de la erradicación del 2005, no obstante, la hoja de coca si sale en grandes cantidades desde esa zona.

En la ruta Interoceánica hay pequeños almacenes (Carmen, Puerto Manoa, entre otros poblados) donde los cocaleros guardan su mercadería para luego transportarlos hacia ciudades grandes como Macusani o Juliaca. Las empresas de transporte público son el mejor medio para ello ante la falta de control policial.

Según el analista en temas de narcotráfico y terrorismo, Jaime Antezana, el panorama que vive el centro poblado de Lechemayo es el mismo que ya se han presentando en otras zonas en donde hubo o hay problemas de narcotráfico, tal es el caso de Loreto.

“En Loreto hay grupos armados que protegen la droga, las pozas de maceración, para eso se necesita armas”, señala al alusión al tema. Lo claro para Antezana es que esta violencia parte del narcotráfico y en menor medida de la minería ilegal.

La solución ante el evidente crecimiento de la violencia y zozobra es sin duda mayor presencia del Estado, ya sea con proyectos para la población o luchando frontalmente contra los promotores del negocio ilícito de las drogas.

Por lo pronto, la población del valle de San Gabán tiene como único signo de presencia del Estado la carretera Interoceánica que está en proceso de construcción y la posibilidad de que en el futuro podría hacerse la hidroeléctrica del Inambari, aunque este último tema es demasiado controversial y por tanto todavía no representa una presencia efectiva ni del Estado ni las inversiones privadas.

En Puno, Juliaca, Azángaro, Macusani y hasta en el mismo San Gabán que es capital de distrito se desconoce del problema de Lechemayo, solamente las Rondas Campesinas intentan enfrentar este desolador panorama, las rondas y pocos líderes locales; por eso se hace necesario hacer eco de ese pedido, de no abandonarlos.

Publicado en Los Andes