Por: Hugo Supo
Para los que estamos en el mundo de la
prensa, hay ciertas coyunturas más parecidas a un Deja Vu que al
mismo hecho noticioso. Ocurre, por ejemplo, cuando se programan
feriados no laborables para el sector público; en esos días nos
ponen en aprietos porque tenemos que conseguir “noticias” en una
sociedad muy acostumbrada a fijar su rumbo al ritmo de la burocracia.
Pasa igual cuando la naturaleza
programa sus afectaciones. Semanas más o semanas después, el
periodo de lluvias suele iniciarse en octubre o noviembre de cada año
en el altiplano. Y entonces, la prensa vuelve a poner en sus páginas
titulares ya conocidos como. “¡Inundación!”, “¡Deslizamiento!”,
“¡Cultivos al agua!”, etcétera.
Es similar cuando llegamos al invierno,
cada mayo, junio, julio y hasta agosto de cualquier año se vive de
la misma forma, con noticias de fallecimientos de niños víctimas
del neumococo, animales congelados en la puna, miles de casos de IRA
o los inesperados friajes que golpean en nuestra selva.
Por eso es fácil deducir que en estos
días seremos testigos de las famosas campañas para donación de
ropa vieja en Lima o en ciudades para cuyos habitantes las muertes a
causa de la neumonía se solucionan echándole una frazadita más al
catre o luciendo esas prendas veraniegas que tantas veces han llegado
a los pobladores rurales. Pasará lo mismo este año y al próximo
talvez.
Este ir y venir de las coyunturas es
otro mal síntoma de lo que ocurre en la sociedad; claro, porque las
desgracias también son negocios, proyectos de emprendimiento crueles
y desalmados que se aprovechan del dolor, y peor, que acostumbran a
sus víctimas a alimentar el círculo vicioso de la miseria.
La lluvia, el frío y hasta la muerte
son el negocio preferido de los que están acostumbrados a vivir a
costa del dolor ajeno, como esos dueños de funerarias que corren y
encajonan a los muertos de los accidentes de tránsito antes de que
la competencia y el llanto de los deudos los detenga.
De eso hablamos, de los mercantiles que
adoran al mal, rezan por inundaciones o sonríen al ver galopar al
jinete de la muerte junto a los helados vientos que atacan a nuestros
niños en cada invierno puneño.
Por eso existe el dolor, porque hay un
doliente y otro que saca provecho de ello, un interesado en no
solucionar los problemas porque con eso se ganan los frijoles.
Así también son las elecciones
últimamente: los mercachifles son los caudillos que añoran
gobernarnos con cantos de sirena, y nosotros somos los dolientes que
los elegimos a pesar de ser conscientes de sus demagogias.
Justo ahora, en un año preelectoral
como es el 2013, empezarán a vendernos sus caballitos de batalla,
los temas serán la descontaminación de la bahía del Titicaca, la
recuperación de Pasto Grande, la Zona Franca de Puno, los
infaltables estadios y la siempre vendedora oposición a la minería
o cualquier idea de generación de megaproyectos regionales.
Los periodistas somos una especie de
guardián en alguna estación de tren instalada sobre la riel por la
que muchos han pasado y volverán a hacerlo, con sus mismos negocios
y con esos mismos discursos. Los conocemos, los revelaremos. (Publicado en Correo 27/05/13)