martes, julio 31, 2007

Tan lejos de aquí…tan cerca de allá


Por: Hugo Supo

Un control remoto del televisor en la habitación 307 es lo único verdaderamente palpable que le quedó de aquel viaje. El resto es recuerdo. Una aventura sin más testigos que las propias conciencias de los viajeros, y sin más alcahuetas que sus propios protagonistas.

Yo fui el testigo de aquella huida. Parecía que escapaban de algo o alguien, caminaban como queriendo huir para amarse sin contemplaciones, sin traumas, ni mentiras, ni fingimientos. Se hablaban al oído, se miraban, se sonreían, se cantaban canciones y volvían a sonreír.

El reloj daba las tres de la madrugada de un fin de semana cualquiera, y al bajar del bus ya habían recorrido más de trescientos kilómetros desde su punto de partida. Aunque el sueño y el cansancio los dormitaban a esa hora, nada pudo detenerlos.

La habitación 307 de un hostal sin mucha categoría fue testigo de aquel episodio de la vida de él. Había pasado un poco de tiempo desde la última vez que se atrevió a aventurarse así, o quizás fue su primera vez.

Ella mantenía en el rostro aquel aire misterioso que siempre le había reclamado él. Pero allí, lejos de la realidad, no había más que ganas de caricias y palabras dulces entre ambos. Era como un sueño o como un paréntesis en la desconocida literatura de esas existencias.

Amaneció y volvieron a amarse. En la televisión pasaban un programa sin mucha importancia y del que casi nada recuerdan. Seguramente, desearon en ese momento que el tiempo parara, que las manecillas del reloj se detuvieran, que la mañana fuera extensa, que el tiempo se volviera cómplice y se detuviera.

Él lo recuerda con claridad: Su piel, sus caricias, cada palabra de amor que ella le susurró al oído, el sudor que le provocó, las ganas de seguir amándola; y hasta los lunares que aquella vez le conoció en su medio de su intimidad. Ella no se, no logré escucharla otra vez.

Creo que partieron sin saber a dónde y a qué iban, pero, regresaron y la vida continuó para ambos sin murmuraciones. A veces, él mira el control remoto del televisor que sin querer no entregaron en la portería del hostal, la recuerda así, la añora, la extraña, y vuelve a sentir su piel.