Por: Hugo Supo
Hasta este
momento de la “noventena”, las comunidades campesinas han
resistido solas al embate del SARS-cov-2. El Estado no tiene un plan
diferenciado para las zonas rurales y, por el contrario, es el
productor rural quien ha garantizado alimento para las ciudades todo
este tiempo.
Es más, casi todas las medidas de
auxilio estatal fueron dirigidas a las zonas urbanas, donde
coyunturalmente el golpe sanitario se siente más.
Las comunidades resisten hoy gracias a
su propia organización, es allí donde mejor se cumple estrategias
de distanciamiento físico (incluso en la cosecha) y el cierre de
accesos a sus jurisdicciones de la mano con las rondas campesinas.
Persisten, pues, en el abandono
histórico e indiferencia de las autoridades, quienes en lugar de
fortalecerlos los han vuelto más vulnerables, cerrándoles las
postas médicas y escuelas sin compensación alguna.
Y ahora,
cuando la fracasada “noventena” devela todas las debilidades
nacionales, al Minedu se le ocurre disponer el inicio de labores
presenciales porque más no puede (o no quiere) hacer.
Hay que
considerar que el virus se traslada de persona a persona, para hacer
clases presenciales se tendrá que movilizar a miles de maestros a
nivel nacional, de quienes no sabemos si están contagiados (no hay
pruebas para saberlo), si son positivos asintomáticos y cómo
garantizar que la población rural no sea víctima del nuevo centro
de la propagación.
Con el sistema de salud prácticamente
inexistente en ruralidad nacional, este gobierno está condenando a
muerte a las comunidades campesinas.
Era la gran oportunidad para acortar
brechas (educación, conectividad, producción, etc.) entre campo y
ciudad; pero ya ven, se opta por regresar a la funesta normalidad, a
que se las arreglen como puedan, como si la educación presencial
fuera la panacea. (Correo Puno Juliaca 19/06/2020 Foto: Difusión)