Por: Hugo Supo
En el 2014, la mañana del 25 de
octubre, Juliaca apenas recuperaba su semblante de pequeña metrópoli
andina tras haberse recordado el día anterior su 88 aniversario. No
hubo fiesta, serenata ni el acostumbrado mensaje del alcalde David
Mamani. Fue un cumpleaños agrio, la muchedumbre descontenta con su
autoridad frustró todo tipo de alegrías aquel 24 de octubre. Y,
entonces, ese sábado era como si la resaca de una frustración
atontara un poco a la ciudad y a su gente.
“El reloj de nuestra cabina está
marcando las diez de la mañana y nosotros les seguimos acompañando
con la mejor música...”, se escuchó decir al locutor radial
mientras José Luis Calla Calloapaza aceleraba su mototaxi.
Su rumbo era hacia el grifo San Román
de la salida a Arequipa, el día parecía sonreírle, pues otro joven
-como él- le había pedido hacer un servicio de ida y vuelta. La
competencia casi siempre es jodida en las calles y ganar pasajeros es
una bendición del Señor. José Luis lo sabía, por eso se apuró en
llevar a Wilson Mamani Arque, hasta el lugar donde sería asesinado.
En los archivos fiscales se ha anotado
que entre las diez y once de la mañana de ese día los homicidas ya
estaban preparados para su primer golpe en el grifo San Román. El
sitio era perversamente perfecto, el servicentro está ubicado en las
afueras de la ciudad, su fácil acceso lo hacía ver confiable y, lo
mejor para los maleantes, estaba prácticamente abandonado por sus
propietarios.
El cuidante del grifo Willy Pacha
Huanca y su compinche Juan Jesús Córdova Quispe platicaban medio
nerviosos cuando vieron aproximarse a la mototaxi de José Luis
Calla. La pequeña unidad de modelo “Torito” se estacionó a
pocos metros de la oficina de atención al cliente, en la puerta de
un cuartucho que estaba asignado para Willy.
- Es por acá, ayúdame a sacar unos
bultos, se dirigió Wilson Mamani al mototaxista.
José Luis, de apenas 18 años, hizo
caso. Entró en la habitación de techo de calamina y fue atacado por
el mismo Wilson cuando recogía la supuesta carga.
Wilson Mamani lo atrapó por el cuello
mientras se sumaban sus cómplices, como un rayo ingresó Juan Jesús
Córdova, sujetó a José Luis del abdomen y lo tumbó al suelo. Casi
al mismo tiempo entró en escena Willy Pacha, él tampoco tuvo
piedad, propinó violencia y odio en el cuerpo del transportista.
Para José Luis era una pesadilla,
intentó defenderse ¡cómo no!
Ya en manos de la policía, cuando
fueron detenidos, los asesinos declararon que el forcejeo demoró
unos cinco minutos, durante ese tiempo los tres delincuentes ya
habían logrado atar de pies y manos al muchacho. Golpeado, maniatado
y casi inconsciente, el cuerpo fue arrojado a un rincón de la
habitación. Tuvieron la idea de dormirlo. Necesitaban pensar. Le
dieron dos pastillas de Diazepam para sedarlo.
La adrenalina salía de los sudorosos
cuerpos del trío criminal ese mediodía, ya no razonaban, actuaron
instintivamente.
Los desalmados Wilson, Juan Jesús y
Willy ataron piedras en la cabeza y pies de su víctima y lo
arrojaron a un humedal que encontraron sobre la carretera a Arequipa.
El cuerpo aún caliente de José Luis fue llevado en su propio
vehículo.
El mototaxista no murió con la
tortura, se ahogó en ese totoral mientras sus victimarios vigilaban
aquella escena con sadismo. Fue el mismo Wilson Mamani Arque quien
quiso hacerle difícil el trabajo a la policía, cuando el moribundo
se movía aún, entró a la laguna y arrastró el cuerpo hacia la
profundidad, se aseguró de que las piedras estén bien atadas, de
que el chico ya no respire y salió campante.
Así nació la sanguinaria banda “Los
malditos del costal”. Muerto José Luis, regresaron al grifo en la
misma mototaxi, allí Wilson se cambió el pantalón calado y
acompañó a sus socios a una casa de empeño. Los malditos lograron
cuatro mil soles por la “Torito”, sonrieron y celebraron.
Pero dicen que la plata fácil se va
como viene, pronto se terminaron los billetes y en la cabeza de los
perversos rondó la idea de volver a matar. Su próxima víctima se
llamaría Vily Mamani Paco(22). (Continuará...)