Por: Hugo Supo
Era 9 de julio de 2016. Una frígida
noche en las pampas de Ananea. A Juan Solano Vargas, de 40 años de
edad, se le malogró su camioneta, por eso interrumpió su viaje en
plena vía. Sentado en su cabina, esperaba a su mujer, que había ido
a Ananea para cargar la batería -menudo problema-, cuando empezó su
pesadilla.
Policías armados lo sacaron de su
carro, lo enmarrocaron y pusieron al medio de la pista como a un
vulgar delincuente. Se enteró después que era sospechoso de un
asalto ocurrido minutos antes en las cercanías de Putina.
Por supuesto, Juan intentó defender su
situación. Explicó, una y otra vez, a los uniformados, que nada
tenía que ver con asaltos, que se ganaba la vida en la mina, que su
auto lo había traicionado, que su esposa no tardaba en retornar con
una batería de auxilio. Nadie le creyó.
Los policías comprobaron que,
efectivamente, el vehículo no arrancaba, corroboraron más tarde que
su historia tenía sentido cuando llegó su esposa cargando una
batería. Pero tampoco le creyeron.
Se preguntarán qué podían haber
encontrado los agentes para implicarlo de tal manera. ¿Cuál fue su
delito?
En realidad, durante el registro a la
unidad de placa M1Q-917 no se halló mayor cosa: una mochila con
ropa, celulares y un pasamontañas.
“¡Un pasamontañas!”, acusó un
agente policial con cara de haber pronunciado ¡Eureka!
Con ese ridículo indicio, este hombre
fue sometido a humillación, incluso fue expuesto a un linchamiento
de parte de los chismosos.
Su detención fue arbitraria, fuera de
reglamento y precipitada como horas más tarde se pudo comprobar,
pues la misma Policía tuvo que dejarlo libre, porque Juan Solano
Vargas es inocente.
Preguntamos al jefe de la Policía
puneña, general Edison Salas: ¿no se merece este hombre al menos
una disculpa pública por el error de sus hombres?, ¿a estas
operaciones burdas llama usted combatir el crimen? (Correo Puno-
Juliaca 21/07/16 Foto: Difusión)
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