Puno, junio de 2015
Desde hace semanas he pensando en
escribir algunas líneas para la historia que tenemos en común.
Escribir más que hablar. Así el riesgo es menor ante el constante
acecho que vivo de parte de mi alterego malvado y orgulloso que en
ocasiones me digita.
Escribir para que quede constancia.
Escribir para que no haya viento que se lleve lo que quiero. Escribir
para -de un tiempo- leerme a mi mismo y así hacer prevalecer
-perennemente- lo que escrito está.
¿Sabes?, cuando camino me gusta
pensarte, te recuerdo como te describes, como olvidadiza y por eso
te he creído bendita. Benditos sean los olvidadizos porque dicen
que superan incluso sus propios errores. Yo los envidio porque a
lo largo de los años me he ido descubriendo errores y no he logrado
superarlos, tras intentarlo una y otra vez, con mayor o menor
esfuerzo, siempre he regresado a mis desordenes existenciales.
Así yo, durante las últimas semanas
no he dejado de pensar sobre mis palabras de aquel lunes. “¿Te
has dado cuenta que no somos compatibles?”, dije para ocultar
mis miedos, como si entendiera de compatibilidades, como si las
compatibilidades fueran lo trascendental.
Siento haberme excusado así, en
realidad debí decir que tengo miedo, miedo a mi mismo, a ti, a los
grupos sociales que nos rodean.
Creo que es el miedo a avanzar un trecho
y luego separarnos inevitablemente, es ese sentimiento egoísta del
statuquo sentimental; era eso aderezado, seguramente, de
inseguridad.
Pueda que no valga la pena reflexionar
sobre esos detalles y pueda que mis palabras te sean indiferentes, no
lo sé.
De lo que estoy seguro, es que si algún
camino al amor racional existe, ese camino eres tú; tú misma me los
has explicado en innumerables ocasiones con aquello de que el truco
está en decidir.
Quiero que sepas que disfruto el
compartir experiencias contigo, tus lecciones, los banalismos en
nuestras pláticas, extrañarte, pensarte y ese toque de seriedad que
también compartimos de cuando en cuando. Todo eso ya es parte de mí.
Al intentar esbozar esta carta he
pensando en cientos de ideas para decirte, ideas hermosas, pero
regresan mis miedos y, de pronto, solo tengo una especie de ilusiones
desordenadas en mi cabeza.
Es difícil escribir para ti, por eso,
lo que está aquí no es todo lo que quiero decirte, me queda un
montón de mensajes más que inventar para regalarte, hay un arsenal
de palabras que todavía no se ponen de acuerdo para contarte lo
que soy contigo.
Si la luna te dijera las veces que la
observado, imaginando que en alguna extraña coincidencia también las
estés mirando, son muchas, tantas como las que no te veo. ¿Cuántas
noches me quedan de recordarte?
¿Que por qué te escribo? Tal vez por
la misma razón por la que tú me estás leyendo.
Me gusta aquella idea de
complamentariedad que alguna vez me comentaste. Y eso quisiera ser.
Quisiera ser tu amigo. Tu amigo para
apoyarte y darte la mano cada vez que lo necesites, cada vez que
requieras de un hombro para llorar, cada vez que necesites
orientación cuando no sepas qué hacer, para cuando estés triste y,
por supuesto, también para cuando estés feliz, para que me lo
cuentes y yo pueda saberte feliz. Aquí quiero ser un poco tu hermano
también.
Quisiera ser tu amor. Tu pareja para
que deposites tu amor en mí, para que yo lo deposite en ti. Para
cumplir aquellas promesas que se laralean en nuestras canciones, para
que estas letras no sean vacías, para volverme tu cómplice en la
vida, para secuestrarte mientras cumplo mis sueños y seguirte para
que cumplas los tuyos, incluso a la Franja de Gaza. Para
seguir ahí cuando ya sea el atardecer de nuestras existencias.
Y finalmente quiero ser tu amante.
Porque siendo el amor tan frágil, tan autodestructivo, tan cuestión
de fé, quiero, siendo tu amante, reforzar las dos propuestas
anteriores. Porque creo que de eso se trata el amor, de revivirlo
cada cierto tiempo con pasión, para cumplir fantasías contigo, para
que tú los cumplas conmigo.
Ahora ya sabes lo que quiero ser amada
mujer. Es mi decisión.
Siempre tuyo.
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