Por: Hugo Supo
Hagamos un repaso de los movimientos
sociales más trascendentes nacidos post-República en el Altiplano.
Porque -hay que decirlo claro- la fundación republicana poco ha
contribuido a construir un Estado-Nación inclusivo y el ánimo
independentista del indio no ha cesado desde entonces.
A finales del siglo XIX, el liberal
puneño Juan Bustamante Dueñas (Vilque, 24 de junio de 1808-Pusi, 3
de enero de 1869) acaudilló en la masa indígena en demanda de justicia
social; la historia registra una rebelión de campesinos en Puno,
entre 1867 y 1868. Ya derrotado, fue ejecutado en el distrito de Pusi
(Huancané).
Otro hito es la gesta de Teodomiro
Gutiérrez Cuevas (1864-?), apodado Rumi Maqui (’mano de piedra’),
quien fue un militar peruano. Comprometido con la reivindicación
indígena, en 1915 encabezó una rebelión campesina en el Altiplano.
El acto fue reprimido con severidad por las tropas gubernamentales y
bajo el auspicio de los terratenientes locales. El final de Rumi
Maqui es incierto.
Después, en 1923 ocurrió la rebelión
de Wancho Lima (Huancané), un pasaje que todavía tiene un lugar
injusto y reducido en la historia del indigenismo.
Pero Wancho Lima es quizás el mensaje
mejor logrado por los campesinos puneños a la hora de cuestionar a
la República.
No fue una rebelión para destruir,
sino para construir un estado paralelo a la miope Lima. De allí la
fundación de la República Aimara Tahuantinsuyana del Perú con su
presidente Carlos Condorena Yujra, que en resumidas cuentas fue
creación de mercado y oportunidades mediante educación para los
desposeídos.
Y en esa misma mirada histórica, el
Aimarazo de 2011 es uno de los avances más importantes de la
contemporaniedad para el campesino y sus hijos.
La sentencia adelantada la semana
pasada así lo indica. Habrá sido condenado Walter Aduviri, pero el
colectivo aimara ha logrado mucho en reconocimiento de derechos.
(Correo Puno Juliaca 13/07/17 Foto: Difusión)
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