Por: Hugo Supo
La reforma
política debería empezar por corregir el fracaso de la democracia
representativa en este país. Es básico y esencial para empezar a
solucionar los grandes problemas que arrastramos desde la génesis de
la República.
Sí. La democracia representativa es un
fracaso, pues, ha sido distorsionada para dar lugar a la
“partidocracia” o, en el peor de los casos, al lobby de la
corrupción.
Abraham Lincoln definió la democracia
en 1863 así: “es el sistema de gobierno del pueblo, por el pueblo
y para el pueblo”, lo que, obviamente, está lejos de la realidad
peruana.
El sistema político está diseñado
para reducir la participación del pueblo al voto en el día de las
elecciones, nada más.
No hay mandado vinculante para que la
voluntad de ese pueblo sea imperativa a sus representantes. Y allí
empieza la pérdida de legitimidad de todas las decisiones que se dan
en nombre del electorado.
Vamos a suscribir lo dicho por el
expresidente del TC, César Landa, para graficar esta situación.
“Las
autoridades elegidas pasan a ser representantes de la nación, como
ficción jurídica, y no de la voluntad de sus electores. Sus
acciones quedan supeditadas a su ética, a su interés
político-electoral y al mandato constitucional y normas que lo
desarrollan. La democracia representativa, como modelo
jurídico-político, quiebra la ideal dependencia del representante
para con los ciudadanos”.
Podemos tener la mejor calidad de
electores, pero si el sistema está diseñado para imponer la
voluntad de los dueños de partidos políticos, toda nueva norma o
política pública que se genere irá al despeñadero.
En el caso
de los congresistas debería ser simple. Tienen derecho a una curul
las personas más votadas del distrito electoral sin condiciones
partidarias ni vallas. (Correo Puno Juliaca 10/09/2020 Foto:
Difusión)
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