Por: Hugo Supo
Aquello que se ha posicionado como
izquierda en el Perú ha reducido su programa (o discurso) al simple
y llano antifujimorismo.
Aunque curiosamente, el rechazo al
fujimorismo lo personifican en un confeso fujimorista como es Pedro
Pablo Kuczynski, que en 2011 no tenía problemas cuando lo vitoreaban
como PPKeiko en los mítines para enfrentar al entonces temido
candidato Ollanta Humala. ¿Ya lo han olvidado?
Se autodenominan demócratas y hasta
confiesan su voto en pro de salvar la democracia peruana, pero cuando
se trata de al menos opinar sobre los vecinos gobiernos parecidos al
de Alberto Fujimori callan en todos los idiomas.
A eso está reducida la izquierda, de
especial forma la aristocrática, limeña, pituca y arrogante que
estudia la realidad en los textos de sus sociólogos y antropólogos
favoritos, sin siquiera mirar ni importarle el Perú integral.
No tienen programa, lo único que
enarbolan es el estatismo ya practicado por el militarismo de Juan
Velasco Alvarado, dicho sea de paso gobierno golpista con el que
convivieron a sus anchas.
Y el problema de esa izquierda es que
no tienen idea de cómo materializar lo que pensadores como José
Carlos Mariátegui expusieron hace décadas con el sueño de una
sociedad más justa y progresista.
Si tuvieran algo más que sus odios
coyunturales, seguramente los principales líderes izquierdistas ya
se hubieran desmarcado hace rato de las dos opciones de derecha que
ahora están en vitrina.
Estarían pensando en las elecciones de
2018, en fortalecer su partido y en el Bicentenario, no en el
engañamuchachos del “voto crítico”.
Hay que ser bastante ingenuo para no
darse cuenta que esta segunda vuelta es un lío de blancos; es decir
una lucha, entre un fujimorismo naranja y otro disimulado de
multicolor. (Correo Puno- Juliaca 02/06/16 Foto: Internet)
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