Por: Hugo Supo
Tan fácil es indignarse contra modelos
dictatoriales que las alharacas coyunturales solo aportan a la
simplista moda, pero no a la defensa de la democracia como
alternativa para el ejercicio de poder. Vamos a ver.
A propósito de los 25 años de aquel 5
de abril, recordado ayer en Perú, es innegable que gran parte de la
opinión pública actual rechaza la decisión disolutoria de Alberto
Fujimori; es pues lo políticamente correcto hoy.
Y lo incorrecto -políticamente
hablando- es respaldar ese cierre del Congreso de la República y las
consecuencias en el manejo económico y política antiterrorista del
gobierno peruano; aunque quienes opinan así son minoría.
Al revés parece ocurrir cuando se
trata del otro golpe de estado en nuestra historia republicana, el
de Juan Velasco Alvarado. O cuando la gente se pone a debatir sobre
los recientes acontecimientos de Venezuela con Nicolás Maduro al
frente.
De manera que si de golpes se trata,
gran sector de la población tiene su preferido. En el fondo ni
siquiera se está en contra de los golpes de estado, son simpatías o
antipatías con los golpistas nada más.
¿O cómo se explica que el sector
antifujimorista -a santo de defensores de la democracia- alientan
cada que pueden para que el Presidente de la República, Pedro Pablo
Kuczynski, disuelva el actual Parlamento de mayoría fujimorista?
Ocurre que el concepto de democracia no
está claro para los peruanos. Solo para ejemplificar, este cronista
tuvo la oportunidad de entrevistar a varios líderes políticos de la
región Puno para trabajos académicos, y resulta que unos pocos
entienden la democracia y su funcionamiento, gran parte solo se
dedica a renegar.
No quieren ver que la democracia -con
todos los errores y fallas- es el único camino vigente para ejercer
poder, alternativo a otros modelos que sí son perniciosos:
totalitarismos, dictatura, fascismo, etcétera.
No se hagan, que aquí entre peruanos
persiste el tufillo antidemocracia.
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