Por: Hugo Supo
Hay dos cosas para reflexionar a
propósito del bochornoso pasado de la congresista Alejandra Aramayo,
traído a la escena nacional por medios limeños.
Primero: quienes algo sabemos del
periodismo, algo sabemos también de los antecedentes de la familia
Aramayo.
Aunque jóvenes todavía, a muchos nos marcó aquel
reportaje de la Boca del Lobo en donde desvelaba un modus operandi de
cierta prensa local. La incredibilidad que tienen hoy es consecuencia
de esa y varias causas.
La señora Aramayo dice ser víctima y
es su derecho defenderse; pero -apelando otra vez a la experiencia-
sabemos que esta profesión es difícil y nos hace ganar enemigos
gratuitos, aunque no a niveles de exageración como parece ser el
caso de ella.
De cualquier modo, es importante que
los ciudadanos sepan valorar la coherencia y rechazar la incoherencia
de quienes pasamos por los medios.
Pese a que la academia ha generado un
gran cambio en el periodismo puneño, hay mucho por trabajar. Por
ejemplo, hay que reconocer a tanto “lenguasuelta” que asume el
populismo como argumento y después se hacen los indignados.
Segundo: cómo se le ocurre a la señora
Aramayo pretender legislar en tan delicado tema teniendo tales
antecedentes. Lo escribimos porque no es la primera vez que se
propone una regulación de medios.
¿Se debe regular a los medios o deben
estos autorregularse? He ahí el asunto de fondo. El Colegio de
Periodistas ha emitido un pronunciamiento contradictorio; en primer
orden apelando al argumento Ad hominem contra la propuesta
fujimorista y, luego, reclamando para la derogación de la Ley de
Torres y Torres Lara que permite el ejercicio periodístico sin
necesidad de estar colegiado.
Decimos contradictorio porque se oponen
al proyecto (una especie de muerte civil para corruptos en medios) y
después reclaman reposición de poderes para el ejercicio
regulatorio gremial. ¡Y en tiempos del boom de la internet y redes
sociales! Así estamos paisanos. (Correo Puno Juliaca 13/04/17 Foto:
Difusión)
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