Por: Hugo Supo
Siempre es necesario poner una
información en contexto para formarse una opinión de la misma, los
hechos por si solos son como islas, si nos empeñamos en mirarlas muy
cerca no podríamos apreciar la inmensidad del océano, por eso
debemos alzar los ojos al horizonte.
En el caso del conflicto de límites
entre Puno y Moquegua, es de larga data, empieza luego de abortarse
la región José Carlos Mariátegui (Puno-Moquegua-Tacna) con el
fracasado proceso de regionalización de inspiración aprista.
Sin embargo, algunos ávidos de
figuretismo local (funcionarios, autoridades y demás aparecidos)
sostienen que el conflicto empieza a lo mucho en 2008, con las
protestas que los aimaras del distrito de Ácora realizaron por
asuntos de tierra y territorio.
Ni siquiera esto último es verdad,
porque la agenda territorial encendió en realidad en los albores del
nuevo siglo, con un grupito de dirigentes que solitos osaron reclamar
la demarcación para aprovechar recursos de agua y minería.
Otra cosa es que el asunto se puso
serio en 2009, cuando a raíz de protestas aimaras, la Presidencia
del Consejo de Ministros (PCM) instaló una mesa de diálogo para
determinar los límites interdepartamentales.
Mucha agua ha corrido bajo el puente
desde entonces, idas y venidas, argumentos y contraargumentos, marchas
y contramarchas; hasta que este gobierno ha tenido que pronunciarse
al menos sobre lo avanzado en los tramos I y II.
Algunos asuntos deben quedar claros a
partir de esta experiencia: 1) El reclamo puneño estaba sustentado y
era legítimo, como es también para el caso del tramo III. 2)
Necesitamos un trabajo de unidad regional para los tiempos venideros.
3) La atención a zonas limítrofes es urgente desde los gobiernos
subanacionales, y 4) Requerimos definir el tramo III y luego avanzar
a un nuevo proceso de integración sur en el Perú. (Correo Puno
Juliaca 19/04/17 Foto: Difusión)
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