Por: Hugo Supo
El Perú vive una permanente
revolución, la cual será posible comprender solo a largo plazo. No
son las armas de Sendero Luminoso, los partidos políticos, la
iglesia o las ONG las que lideran este levantamiento, cuyos avatares
son más bien silenciosos y representan el hecho más trascendental
después de 300 años de Colonia y casi 200 de República: el
desborde popular del Perú andino, que ha logrado cambios
estructurales significativos y promete una próxima refundación
republicana.
El antropólogo José Matos Mar expone
lo que ha llamado “la historia corta del Perú”, para referirse
al periodo 1940-2010, cuando las migraciones internas se han
intensificado, haciendo posible un nuevo rostro del Perú
contemporáneo, basado en el indio que ha conquistado ciudadanía en
Lima y ciudades costeras importantes.
“Estos migrantes no solo
transformaron Lima sino, en una hazaña impresionante, iniciaron la
integración física, social y cultural de sus regiones, gestando
enlaces necesarios para que un gran capital humano de hombres y
mujeres, como un tejido multicolor, contribuya a formar la sociedad
nacional andina”, dice Matos Mar al resaltar la migración pendular
que estamos viviendo.
La migración pendular se refiere al ir
y venir de las personas; en el caso puneño, la gente parte de sus
comunidades, pero no lo hace para siempre, al contrario, cada que
puede vuelve con cualquier excusa, ya sea a fiestas patronales,
motivos de familia, negocio o trabajo.
Este singular fenómeno ha reconformado
el país a nivel cultural, aunque los resultados en el aspecto
político todavía son invisibles, es posible diseñar el camino a un
nuevo pacto social, alejado de la república criolla, cuya influencia
se ha conformado con emular el modelo colonial discriminante.
Dependerá de la agenda de los nuevos políticos en Lima y
provincias.
CAPITAL DE LA INTEGRACIÓN ANDINA. En
todo este contexto, Juliaca es una particularidad en el sur, pues
aunque no se trata de una ciudad costera donde el desborde se ha
vivido con mayor notoriedad, su historia está íntimamente ligada a
la migración indígena. Se trata de una localidad intermedia que,
según datos del INEI, supera fácilmente los 300 mil habitantes (al
menos así fue hasta la conformación del nuevo distrito de San
Miguel), pero es posible que llegue al medio millón de personas si
incluimos a los flotantes.
Juliaca, y ahora San Miguel,
constituyen el centro urbano más grande del Altiplano peruano, pero
por esa misma condición tienen problemas de fondo que las
autoridades ediles, regionales y del Estado central no han podido
solucionar.
El caos y la informalidad campean,
trayendo como consecuencia males como el crimen organizado, economías
ilegales, carencia de servicios básicos, corrupción y otros. ¿Cuál
podría ser el problema? Otra vez, es necesario analizar la realidad
en el largo plazo.
Para empezar Juliaca, a diferencia de
las ciudades costeras influidas por la migración, carece de una
herencia colonial. Entiéndase que la estructuración de su cultura
citadina parte recién desde la República, diferente a los casos de
Arequipa o Lima, donde los migrantes indígenas han llegado y se han
topado con una urbanidad ya establecida.
Esto podría explicar por qué muchos
migrantes se adaptan a las normas del resto de ciudades, pero no en
Juliaca. Ocurre que, según la Antropología, cuando el campesino
migra, también lo hace con sus costumbres comunales, aunque al
desenvolverse en una urbe joven como Juliaca, lo que parece ocurrir
es más bien un desborde de personalidad, el migrante se siente con
la libertad de comportarse como puede y escapar incluso a la herencia
cultural comunitaria para internarse en una especie de jungla.
Enseguida, debemos referir algunos
intentos de formación de la cultura citadina local. La más
trascendente es lo hecho por los hermanos Cáceres Velásquez,
quienes han fijado el rumbo juliaqueño basado en el antipuneñismo .
Esto no es nuevo, cuando existe una sociedad tan diversa, las
personas suelen juntarse por regionalismos, localismos y agendas
similares.
Pero el localismo calcetero tiene
techo, similar a Juliaca, la ciudad rival (Puno) también ha sido
reconformada por migrantes e incluso la perspectiva regional ha
variado en forma paralela a la indianización de la política .
Lo interesante es que siendo tan
lozana, Juliaca tiene la posibilidad de diseñar rumbos superiores
para los próximos años, una vez que se reconozca como una autentica
capital de migrantes, de manera que se pueda mirar con optimismo una
homogeniedad cultural basada en la diversidad.
Claro está, las
élites tendrían que personalizar este pensamiento y convertirlo en
agenda, para transformarlo en planes operativos de urbanismo,
crecimiento poblacional, dotación de servicios, ordenamiento del
comercio y transporte. Difícil tarea, pero no imposible.
(Colaboración a la revista Pusaq de la Red de Periodistas de
Juliaca/ agosto de 2017)
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