Por: Hugo Supo
El apoyo que está cosechando Julio
Guzmán es un globo de gas. No hay voto duro allí. Es electorado
volátil. Emocional. Nada garantiza que esos electores se queden a
apoyarlo hasta el día de los comicios.
No hay que negar que la candidatura de
Guzmán ha sido inteligentemente calculada desde un laboratorio
comunicacional, por ello sus poses, la sonrisa de miss simpatía, las
indumentarias moradas acordes a cada pueblo, etcétera; sin embargo,
es innegable también que la ola morada está diseñada para la
campaña electoral solamente, nada que ver con un programa de
gobierno.
Julio Guzmán ha dicho en más de una
ocasión que es el candidato “antifujimorista”, pero por lo
revisado en sus documentos partidarios y plan de gobierno, no parece
ser precisamente el político de las grandes reformas que requiere el
Perú.
La verdad es que no hay diferencia
sustancial entre Guzmán y el batallón de postulantes que basan sus
programas en el “piloto automático”, a excepción de Alfredo
Barnechea y Verónika Mendoza que al menos han hablado de renegociar
los contratos de gas de Camisea.
¿Entonces cuál es el motivo del apoyo
al candidato morado?, ¿la novedad de su rostro?
Ser nuevo en política es un argumento
insuficiente para merecer la Presidencia de la República, además
ese discurso nos recuerda al independiente Alberto Fujimori de 1990
que basaba su candidatura en ser la antípoda del político
tradicional.
Y harto sabemos los peruanos de aquello
que lo nuevo no es garantía de lo bueno.
Así que aguanten su entusiasmo quienes
estén definiendo su voto por Guzmán.
Hay un tema adicional que hace más
volátil aún la opción morada, en Puno y en otras regiones es
bastante probable que se quede sin candidatos al Congreso de la
República.
Un oficialismo así, con minoría
parlamentaria, arrastrado en su discurso por los efectos del Fenómeno
El Niño y paparruchadas coyunturales, debería darnos miedo.
(Correo Puno-Juliaca 29/02/16 Foto: Internet)
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