Por: Hugo Supo
No es que la posverdad (una mentira
repetida muchas veces que se convierte en verdad para influir en la
opinión pública) sea un novedoso modus operandi en la política.
Lo
que ha ocurrido es que la revolución en las redes sociales digitales
ha consolidado de urgencia este concepto y, tras recientes sucesos
políticos en el mundo, ha entrado en boga.
En la infancia de las comunicaciones
virtuales, muchos celebraron la nueva libertad que significaba la
internet, se referían a ella como la gran heroína en la hora de
luchar contra la tiranía de los mass media tradicionales.
Fue entonces que estalló la revolución
virtual de los ciudadanos globalizados, no solo cuestionando al
periodismo, sino provocándole profunda crisis. Así entonces, los
cibernautas han logrado en los últimos años quebrar el tradicional
flujo piramidal de formación de opinión pública.
Claro que cuando hablamos de sociedad
nada puede salir exacto, con el boom de la independización
mediática, también hemos llegado a un momento crítico para una
humanidad que accede a mucha información, pero que cada vez está
más desconcertada.
Un contexto así es tierra fértil para
los realizadores de la posverdad. En el Perú acabamos de presenciar
un intento desestabilizador a dos poderes del Estado, barullo ideado
por los ingenieros de la posverdad, izquierda perdedora de las
últimas elecciones, que curiosamente, son los primeros en denunciar
los efectos de la mentira elevada a infinita potencia.
Y han logrado con ello un simplista
alineamiento anti-profujimorista basado en la moral; no en hechos y
modelos de producción, que es de donde parte la ideología.
Bien por
el Presidente Kuczynski que ha puesto paños fríos al asunto; pero
ojo, que no van estar tranquilos, conspiracionistamente hablando,
atacarán con todo lo que tienen hasta tomar el poder, incluso
arriesgando la débil democracia que tanto costó recuperar después
del Fujimorato. (Correo Puno Juliaca 15/12/16 Foto: Difusión)
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